La justicia de José

Para el día de hoy (18/12/09):
Evangelio según San Mateo 1, 18-24

("...si no aparecen en la joven pruebas de su virginidad, sacarán a la joven a la puerta de la casa de su padre, y los hombres de la ciudad la apedrearán hasta que muera, porque ha cometido una infamia en Israel prostituyéndose en casa de su padre..."-Dt. 22, 20-21

Así de duro era lo prescripto en la Ley mosaica, y es dable de pensar la angustia sobrellevada por José frente a la decisión que debía tomar, pues para la Ley, el matrimonio de aquel entonces estaba compuesto de dos instancias primordiales: el desposorio o contrato y la boda propiamente dicha.
El desposorio era -en cuanto a derecho- el suceso decisorio, mientras que la boda era la celebración de la recepción de la esposa en la casa del esposo, y nos dice la Palabra que María estaba desposada con José y que antes de convivir -antes de la boda- ella se encontraba embarazada por obra y gracia de la Fuerza de Dios, el Espíritu Santo.

Ni los vecinos de Nazareth, ni sus parientes y mucho menos José sabían el origen de ese embarazo, y como en todas partes, comenzarían pronto las habladurías.

Luego el Evangelista nos dice de manera taxativa: José era justo.
Era justo porque se atenía a la ley mosaica con exactitud, pero no por la ley misma, sino por su fidelidad a ese Dios que es siempre fiel a sus promesas dadas al pueblo de Israel.
Era justo porque ajustaba su voluntad a la voluntad de Dios... ya antes y sin saberlo, practicaría la justicia que nos enseñaría ese Dios al que llamaría hijo, superando en espíritu a la justicia de escribas y fariseos.

José es presa de la angustia: la mujer que ama corre un riesgo extremo si se atiene a lo prescripto por la ley: repudiarla por su embarazo, según los cánones establecidos, suponía una muerte atroz -como leíamos al comienzo en el pasaje del Deuteronomio- y la infamia para ella y para su familia.

Y José, aún con su angustia y su quebranto, permanece justo en la justicia de Aquél que criaría y cuidaría como su hijo: para no infamar a María y proteger su vida, decide repudiarla en secreto, eximiéndola así de la lapidación...Y así protegería también a ese Niño que venía creciendo en su seno.

Entonces en sueños le llega el mensaje del Dios, porque aunque la noche sea cerrada el Altísimo jamás deja a los suyos sin alguna estrella que los guíe.
El mensajero lo saluda como nos saluda el Dios de la Vida y el mismo Jesús a todos nosotros: ¡no tengas miedo!.

El Niño que va creciéndose en el seno de María es el Mesías que el pueblo fiel de Israel esperaba, es un Niño Santo concebido por la infinita gracia de Dios.
Y le encomienda al justo José una misión decisiva: ponerle nombre a ese Niño que ha de nacer.

El nombre resume, explica y revela todo lo que es y será una persona: el Dios innombrado, el Yo Soy tendrá un nombre, ¡y ello dependerá de José!

José entiende entonces lo que presentía en su corazón, y nos sigue diciendo la Palabra que desde aquel momento, la tomó por esposa, es decir, cumplió con la otra parte del matrimonio que imponía la Ley: la lleva a su casa.

La casa del justo es la casa de María y será la casa del Dios con Nosotros.

Quiera el Dios de la vida volvernos todo nuestro ser a su justicia y recibir en nuestra casa -que no es otra que nuestro corazón- a María y a ese Niño que es nuestra Salvación, con el silencio y la fidelidad del Carpintero)

Paz y Bien

0 comentarios:

Publicar un comentario

ir arriba