Para el día de hoy (01/08/20):
Evangelio según San Mateo 14, 1-12
La imagen que nos ofrece la lectura del día de hoy nos ubica en el palacio de Herodes, en un banquete en donde se celebraba su cumpleaños, con la presencia de notables y poderosos. Sin embargo, es una escena trasladable también a cualquier reunión de poderosos en donde se atropelle la justicia y se aniquile la vida, en un festín de corrupción.
Son esos banquetes en donde se combina la ampulosidad del poder que se detenta y que oprime a los pueblos, con privilegios tangibles para unos pocos, con discursos altisonantes que sólo esconden la justificación de ese poder omnímodo y brutal. Allí, mientras se aniquila la vida de los pobres y los inocentes, se brinda y se realicen bailes sugestivos.
Herodes Antipas era uno de los hijos/herederos de Herodes el Grande. Como tal, era tetrarca de Perea y Galilea, aunque un rey vasallo: su corona y poder dependen de Roma, y en parte de las legiones cercanas, estacionadas en Siria y en Judea.
Había que ser un simple ciudadano de a pié en aquellos tiempos: pagar tributos al César, pagar tributos a Herodes, pagar tributos al Templo, callar siempre pues la respuesta de Herodes siempre es brutal, la fuerza que se impone sin ética ni moral de manos de los mercenarios que contrata.
Terrible la existencia sumida por los opresores de turno, los que usan las armas, los que detentan los discursos, los que se valen de lo religioso para sojuzgar corazones en nombre de Dios. La resignación estraga la esperanza, y no es posible avizorar un tiempo distinto, todo parece igual, definitivo.
En esas tinieblas estrechas, cerradas, es menester mantener viva la confianza, con todo y a pesar de todo.
En tiempos así, el Espíritu de Dios suscita mujeres y hombres que renuevan la luz a fuerza de integridad, con el empuje de la verdad.
En ese tiempo, Dios brindó a un pueblo agobiado una voz clara, íntegra y contundente. El Bautista prepara los caminos del que habría de venir, enlazando en su persona las antiguas promesas y el año de la Gracia.
Y no se calla. No vacila en denunciar la corrupción de Herodes y su corte, porque un profeta anuncia la fidelidad de Dios pero también denuncia todo lo que se le opone, todo lo que es contrario a la vida y la dignidad.
Ese Herodes detenta un poder terrible, pero a la vez se deja influir por supersticiones y por la caprichosa voluntad de otros. Ello le costará la vida a Juan, porque a los dictadores, a los brutos e imbéciles poderosos de turno nada les importa excepto ellos mismos, y aunque esgriman razones varias siempre pagan con sus huesos la factura los pequeños y los débiles.
En esos infames banquetes se echan suertes para decidir sobre la vida de los demás, y se dispensa la muerte como un divertimento.
El la mesa de Cristo hay lugar para todos, y allí la vida compartida crece y se celebra.
Paz y Bien
Son esos banquetes en donde se combina la ampulosidad del poder que se detenta y que oprime a los pueblos, con privilegios tangibles para unos pocos, con discursos altisonantes que sólo esconden la justificación de ese poder omnímodo y brutal. Allí, mientras se aniquila la vida de los pobres y los inocentes, se brinda y se realicen bailes sugestivos.
Herodes Antipas era uno de los hijos/herederos de Herodes el Grande. Como tal, era tetrarca de Perea y Galilea, aunque un rey vasallo: su corona y poder dependen de Roma, y en parte de las legiones cercanas, estacionadas en Siria y en Judea.
Había que ser un simple ciudadano de a pié en aquellos tiempos: pagar tributos al César, pagar tributos a Herodes, pagar tributos al Templo, callar siempre pues la respuesta de Herodes siempre es brutal, la fuerza que se impone sin ética ni moral de manos de los mercenarios que contrata.
Terrible la existencia sumida por los opresores de turno, los que usan las armas, los que detentan los discursos, los que se valen de lo religioso para sojuzgar corazones en nombre de Dios. La resignación estraga la esperanza, y no es posible avizorar un tiempo distinto, todo parece igual, definitivo.
En esas tinieblas estrechas, cerradas, es menester mantener viva la confianza, con todo y a pesar de todo.
En tiempos así, el Espíritu de Dios suscita mujeres y hombres que renuevan la luz a fuerza de integridad, con el empuje de la verdad.
En ese tiempo, Dios brindó a un pueblo agobiado una voz clara, íntegra y contundente. El Bautista prepara los caminos del que habría de venir, enlazando en su persona las antiguas promesas y el año de la Gracia.
Y no se calla. No vacila en denunciar la corrupción de Herodes y su corte, porque un profeta anuncia la fidelidad de Dios pero también denuncia todo lo que se le opone, todo lo que es contrario a la vida y la dignidad.
Ese Herodes detenta un poder terrible, pero a la vez se deja influir por supersticiones y por la caprichosa voluntad de otros. Ello le costará la vida a Juan, porque a los dictadores, a los brutos e imbéciles poderosos de turno nada les importa excepto ellos mismos, y aunque esgriman razones varias siempre pagan con sus huesos la factura los pequeños y los débiles.
En esos infames banquetes se echan suertes para decidir sobre la vida de los demás, y se dispensa la muerte como un divertimento.
El la mesa de Cristo hay lugar para todos, y allí la vida compartida crece y se celebra.
Paz y Bien
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