Para el día de hoy (25/08/20)
Evangelio según San Mateo 23, 23-26
La ley del diezmo tenía un significado místico y una importancia social para el pueblo de Israel. Así, se reconocía el derecho de propiedad de Dios sobre toda la tierra y sus bienes, y a su vez, la décima parte del producido de la tierra -de allí diezmo- se destinaba a mantener el culto del Templo de Jerusalem y a sostener a los sacerdotes. De todo ello, una parte menor también se utilizaba como fondo de limosnas, para el socorro de viudas, huérfanos y de los más pobres.
En un afán de ortodoxia y estricta observancia, escribas y fariseos -la dirigencia religiosa de la fé de Israel- extendieron la obligatoriedad del diezmo a toda la actividad económica de Israel, y puede inferirse a partir de lo que sindica el Maestro: era obligatorio el diezmo sobre la menta, el anís y el comino, bajo apercibimiento de infracción grave. Así, no es difícil imaginarse a un ama de casa tomando un puñado de perejil, de albahaca, de menta, y separando una ramita de cada diez para el pago obligado.
El problema no estriba en prestar atención a las cosas pequeñas. Por el contrario, Jesús de Nazareth tenía una mirada muy particular al respecto, y nada se les escapaba, todo era importante, los detalles hacen al todo. El problema, entonces, comienza cuando se absolutizan esas cosas pequeñas, y se olvida lo verdaderamente importante, la justicia, la misericordia y la fé.
Se trata de imponer horizontes estrechos, mezquinos, en donde no hay Dios sino prácticas religiosas enmarcadas en una pseudosantidad. Sin embargo, no hay contraposición entre lo cultual y la vida diaria: por el contrario, hay reciprocidad y vigencia de significados. Y cuando hay ruptura, todo se complica y se cierra el corazón a la asombrosa dinámica de la Gracia.
Así contará más la purificación de objetos y manos en desmedro de la clarificación de los corazones, los que verán felizmente a Dios. Así se esconderán, bajo pretexto de piedad, ambiciones y egoísmos, y como dolorosamente podemos observar, el rigor litúrgico observado y jamás ponerse del lado de los pobres, de los pequeños y muy especialmente, del lado de las víctimas. Jamás justificar o defender a los victimarios.
Si no hay misericordia, la Gracia no se ha encarnado en nuestras existencias y lo religioso es una práctica más, por lo general acotada a lo que se hace puertas adentro de los templos, que no de los corazones.
Paz y Bien
1 comentarios:
Misericordia quiero, no sacrificios, dice el Señor! Paz y Bien 🙏
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