Misa del Gallo
Para el día de hoy (24/12/16):
Evangelio según San Lucas 2, 1-14
En el siglo I y en Palestina los pastores estaban muy mal vistos. Sindicados habitualmente como amigos de lo ajeno, era rechazados por todas partes.
Los campesinos y labradores, sumados a esa creencia general de que eran pequeños rateros, le tenían encono pues solían llevar los rebaños que cuidaban a pastar a campos que le estaban vedados, y esos campos sufrían las consecuencias.
Los religiosos de observancia estricta los tenían a menos, pues no se destacaban por el estricto cumplimiento de la Ley. Viviendo al pairo del frío y la noche, el cuidado de los rebaños implicaba que estuvieran en contacto con las heces de los mismos, y a veces con corderos que se les morían, todos causales de impureza ritual. Ni hablar de sus obligaciones sabáticas, y acontecía una dura paradoja: esos hombres debían vigilar los rebaños a su cuidado día y noche, de lunes a lunes, incluso los sábados, rompiéndose la espalda apenas por el pan, mientras los dueños del ganado participaban activamente en las celebraciones sinagogales.
Como sea, se ubicaban bien abajo en la consideración social y religiosa, y nadie en su sano juicio los invitaría a su mesa.
Esa noche, en humildad y silencio, la historia humana cambia de rumbo. Dios interviene personalmente para que todo cambie, para que se santifique el tiempo. Dios se amanece en la vecindad misma de los hombres como uno más, un Bebé Santo que llora frío y hambre y que se adormece en los brazos de su Madre.
Precisamente a ellos, a los innominados e impresentables de siempre, se dirige el Mensajero de Dios para anunciarles en primer lugar y antes que nadie es noticia maravillosa del Dios con nosotros, del Mesías tan cercano.
Ellos nada tienen, ellos son pobres de toda pobreza, de ellos nada se espera y nadie confía en ellos y por eso mismo el anuncio glorioso transforma la dura cotidianeidad nocturna en Noche Buena, un aviso asombroso, una enorme alegría para todo el pueblo, para todos los pueblos comenzando por los más pobres.
Nadie los tiene en cuenta, sus vidas transcurren como un tosco accidente del terreno, y nadie los había anoticiado de ese misterio de infinita ternura: Dios los quiere y los busca, los convoca a ese pueblito perdido en Judá, a un refugio de animales, un Dios envuelto en pañales.
En cierto modo, tenemos mucho de esos pastores. Las fatigas cotidianas nos hacen perder de vista la Gracia de Dios presente por el Cristo que nos nace. Nos anda faltando escuchar a los Mensajeros que ese Dios bondadoso nos envía para despejarnos los miedos y renovarnos de esperanza.
Y en gloria de compromiso, volvernos también mensajeros de ese amor y esa ternura de Dios que se encarna para nuestra Salvación.
Feliz Navidad para todos
Paz y Bien
1 comentarios:
¡Que información y reflexión más preciosa hermano! No tenia conocimento sobre la historia de los pastores de aquella época. Glorificado sea nuestro MESIAS! Siempre preocupado por los pobres y los menos agraciados. Y si, que es verdad; los pobres seguimos siendo nosotros, y sobre todo de espíritu.
Le deseso una felíz y santa navidad a usted y su familia. ¡Dios lo bendiga!
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