Para el día de hoy (13/12/16):
Evangelio según San Mateo 21, 28-32
Una clave para la contemplación del Evangelio para este día es el espacio, el ámbito en donde acontece lo que expresa la lectura: Jesús de Nazareth se encuentra en el Templo de Jerusalem y allí, precisamente allí, les habla a la dirigencia religiosa, los sumos sacerdotes, y a los ancianos/notables del pueblo judío, una suerte de nobleza laica y relevante por su influencia y poder. La política y la religión conjugadas bajo el poder.
No deja de impresionar: la omisión a la mención de los discípulos colocan al Maestro sólo frente a todos esos hombres que, en el mejor de los casos, le profesaban un encono encendido y feroz.
En la escena anterior, que hoy no leemos, esos mismos hombres habían cuestionado las palabras y el proceder de Cristo, desconociéndole cualquier tipo de autoridad santa o de origen divino, clasificación muy peligrosa en la ortodoxa Jerusalem.
La parábola del Maestro es magnífica, inteligentísima. Esos hombres doctos y eruditos son versados en muchos temas; a veces, cierta jactancia intelectual se vuelve una trampa en sí misma, pues carece del marco de la humildad que pone las cosas en su lugar, en justicia, y así ellos tropiezan en con propia respuesta que no tiene hambre de verdad, sino ínfulas de soberbia y dominio.
En aquella época las prostitutas y los publicanos pertenecen al escalón moral más bajo en la consideración de valores y bajo los criterios de moralidad imperantes. Es decir, era muy difícil encontrar alguien más bajo que un publicano o que una prostituta.
Ellos precederán a todos esos hombres piadosos y extremadamente religiosos por los senderos del Reino de Dios, pues aunque en su vida anterior parecieran decirle no a Dios en su proceder habitual y cotidiano, escucharon en Juan al llamado de Dios a la conversión y a la justicia y ahora siguen los pasos de Cristo, en espíritu y en verdad, con frutos tangibles que se viven pero que no se declaman.
En cambio, esos sumos sacerdotes y esos ancianos, que se siente autorizados a discriminar hacia quienes llegarán los favores divinos y quienes quedan fuera, esos hombres que parecen actuar según su Dios porque todas las apariencias así lo indican, son apenas una higuera vistosa que no dá frutos. No escucharon al Bautista y por eso no se con-virtieron, y así permanecen en su per-versión. En su obstinada soberbia tampoco reconocen en Jesús de Nazareth al Mesías de Dios.
Al igual que en muchas instancias históricas, se suelen levantar construcciones morales que pretenden filtrar el acceso del pueblo a las bondades y bendiciones divinas, como si unos tuvieran más méritos que otros, construcciones escasas y restrictas que sólo hacen daño y execran gentes, aplastando corazones. El Dios Abbá de Jesús de Nazareth no hace acepciones de personas ni tampoco excepciones, Dios de amor y liberación.
Habría que indagar, corazón adentro, si gustamos atrincherarnos en esas construcciones. O, mejor aún, con cual de los dos hermanos nos identificamos.
Pero el Adviento también nos recuerda y hace presente que con todo y a pesar de todo, ambos pertenecen a las entrañas de misericordia de Dios. Ambos son hijos.
Paz y Bien
2 comentarios:
Gracias, una vez mas por su reflexión , esos dos hijos también están dentro de nosotros, es esa lucha constante que llevamos en nuestro interior, de dejar a Dios ser Dios en nosotros, Los valores morales no tienen fundamento ni consistencia si están aislados de la persona de Jesucristo. Gracias, un abrzo fraterno.
Por supuesto, querida hermana. A menudo convertimos en fines lo que son medios, y Dios es más que todos nuestros planes.
Que Dios reine en nuestros corazones.
Un gran abrazo
Paz y Bien
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