Para el día de hoy (15/07/16):
Evangelio según San Mateo 12, 1-8
A veces, la estricta observancia de preceptos sin bondad ni sentido trascendente deviene falaz, es decir, induce a error.
El Shabbat era muy importante tanto para la fé como para la nación judía: frente a los rigores del exilio y el peligro de disolución de su identidad y de su fé, la revalorización del Shabbat ocupa un rol fundamental.
En el Shabbat se rinde culto a Dios, se reencuentra la comunidad en oración y, por la prohibición expresa de actividades, favorece que las familias tengan tiempo para centrarse en los afectos luego de jornadas de trabajo a menudo extenuante.
Pero con el devenir de los años, se acentuó la importancia de las prescripciones propias de ese día, las abluciones, los ritos y no realizar actividad alguna -hasta usar un simple pañuelo, como ejemplo menor-. Cuando se pierde la perspectiva de lo importante, lo trascendente, lo que prevalece, se vuelve primordial lo secundario, lo instrumental.
El cruce del Maestro y los discípulos por un campo, y el gesto de amasar algunas espigas entre sus manos para aligerar los calambres del hambre. En sus afanes misioneros, solían obviarse las comidas y el descanso, y la escena los reviste de humanidad, los acerca cordialmente a nuestros andares.
Rápidamente -otra vez la brizna en el ojo ajeno y la viga en el propio- se alza la voz crítica de los fariseos, porque ese gesto de comerse unos pocos granos vulnera la sacralidad del Shabbat. Hasta pierden de vista otra cuestión, y es que aunque en mínima medida, los discípulos toman algunas espigas que no les pertenecen.
La enseñanza del Maestro -el Sábado es para el hombre- regresa las cosas a su sitio, nos centra en la justicia. El Shabbat es importante, pero lo sagrado es la vida, y por eso mismo Cristo es Señor del Sábado, Señor de todos nuestros sábados en donde solemos extraviarnos de importancias que fingimos, y perdemos de vista lo crucial, la compasión y el amor.
Que Cristo sea Señor de todos nuestros sábados, de todos nuestros días. Y que nos atenace el corazón un hambre feliz de misericordia.
Paz y Bien
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