Para el día de hoy (19/07/16):
Evangelio según San Mateo 12, 46-50
No era fácil, para una mentalidad tan cerrada como la de aquel tiempo, aceptar la novedad de Cristo. Quizás en términos más sencillos, es dable afirmar que no era sencillo andar por su misma huella y aceptarlo tal cual era: este Jesús rompía todos los moldes y derribaba todas las expectativas usuales que los demás imaginaban sobre Él, quizás por ello mismo intentando restringir su existencia a sus propios criterios.
Algo de ello repercutía en sus parientes. La afirmación tus hermanos precisamente tiene que ver con ello, es decir, con la pertenencia familiar-tribal nazarena, el férreo vínculo básico de aquellos que se vinculaban por parentesco, a menudo de tercer o cuarto grado -primos, primos segundos, etcétera-. Jesús no respondía a los proyectos que ellos habían diseñado para Él, no se había casado, no prolongaba sus raíces familiares, no seguía el oficio paterno y se había largado a los caminos a hablar de Dios de una manera extrañísima, muy distinta al Dios que les enseñaban los sábados los hombres doctos de su fé. Para colmo de males, Jesús de Nazareth no vacilaba en enfrentarse abiertamente con las autoridades religiosas, quienes no sólo lo despreciaban sino que peligrosamente lo vindicaban como blasfemo, toda una desgracia que podía hacerse extensiva a su familia, a sus parientes.
Todo ello tuvo como consecuencia que sus parientes -sus hermanos- creyeran que Él estaba fuera de sí, y trataran de buscarle para regresarlo a la pretendida normalidad y seguridad nazarena.
Quizás algo de ello se refleje en la lectura de este día. Sin embargo, hemos de desoír la tentación de la literalidad, de aferrarnos a la pura letra desdeñando profundidades y símbolos.
El reclamo de tu madre y tus hermanos están ahí afuera y quieren hablarte no tiene que ver tanto con la presencia de esos parientes, sino más bien una referencia implícita a la sinagoga y a la nación judía.
Jesús de Nazareth era un fiel hijo de Israel, respetuoso de la historia y las tradiciones de sus mayores, y esa pertenencia también ratifica el compromiso de amor de un Dios que se encarna, en un tiempo concreto de la historia humana, que acampa entre los suyos.
Madre y hermanos entre la multitud, reclamando que quieren verle -sinagoga y nación judía- es la exigencia para que Él vuelva a escuchar a la ortodoxia rígida sin misericordia y a su identidad única, no gentil ni impura, para que recobre sus cabales, para que reencauce su vida y se deje de hacer peligrosas tonterías.
Sin embargo hay más, siempre hay más. No se trata solamente de una dura réplica por parte del Maestro, sino de algo mucho más profundo y decisivo: Dios es Padre, y por ello todos los vínculos de la biología, la cultura y la nacionalidad quedan superados infinitamente por estos nuevos vínculos espirituales, lazos cordiales de aquellos que escuchan con atención y ponen en práctica la Palabra de Dios.
Más aún. Dios se revela familiarmente cercano, un amigo, papá, mamá, hermano, Hijo querido que nos impulsa los sueños y nos restablece todas las esperanzas en esta familia creciente que llamamos Iglesia.
Paz y Bien
1 comentarios:
Gracias, lazos cordiales de aquellos que escuchan con atención y ponen en práctica la Palabra de Dios. Me pregunto ¿si realmente formo parte de esa familia del Señor? que su palabra realmente sea vida en mi y en todos los Cristianos, gracias, un fuerte abrazo fraterno en el Señor, Jesús.
Publicar un comentario