La Transfiguración del Señor
Para el día de hoy (06/08/15):
Evangelio según San Marcos 9, 2-10
La lectura que nos brinda la liturgia de este día está nutrida de símbolos que acentúan su profundidad e intentan conducir nuestra mirada más allá de los epifenómenos, pues se trata de una teofanía, es decir, de una manifestación de Dios al hombre.
La montaña como ámbito teológico de lo alto, espacio sagrado del encuentro y la revelación de Dios.
Elías, el gran profeta de la historia de Israel -arrebatado a los cielos- cuyo regreso sería un indicio cierto de los tiempos finales.
Moisés, representante por excelencia de la Ley.
La nube movediza es el Dios de Israel que se manifiesta y se expresa sobre la Tienda del Encuentro y sobre el Tabernáculo del Templo.
Los vestidos blanquísimos -de una blancura tal que no se puede obtener en este mundo- expresan la transparencia absoluta de un Dios que se revela en Jesucristo, y que nada guarda para sí, y allí se comprende la bienaventuranza, Felices los limpios de corazón porque ellos verán a Dios.
Pedro, Santiago y Juan, los hijos de Zebedeo, son los compañeros específicos del Maestro en esta ocasión. El testimonio acerca de Cristo no parte de abstracciones ni de ideas, sino de seres de carne y hueso, concretos, reales, con toda una historia por detrás y toda una vocación por delante por edificar y cumplir. Ellos tres han sido, en sus tiempos, pescadores del mar de Galilea. Ahora, como pescadores de hombres, deben adentrarse mar adentro del misterio de Cristo que se expande ante sus ojos asombrados y a la vez temerosos.
Aunque ellos no lo entiendan aún, la Transfiguración es un anticipo de la Pasión y Resurrección del Señor. Cuando hay cosas que nos desbordan y no se entienden, hay que acunarlas corazón adentro para un tiempo mejor, como María de Nazareth.
Lo que importa y lo que es verdaderamente urgente es escuchar atentamente la Palabra, Cristo, Verbo de Dios encarnado, por el que nos descubrimos hijas e hijos amadísimos del Padre, por el que se inica la grata caravana de la Salvación, de la vida eterna que Él mismo encabeza.
Como Pedro, nos tentamos con hacer tres tiendas, receptáculos cerrados para prolongar artificialmente la sensación de ser únicos, de que Dios nos pertenece a nosotros.
Pero el Evangelio es movimiento, bajar al llano de los hermanos con la luz de la Buena Noticia, abandonar la pretensión de encerrar a Dios en templos de piedra y volver a rendirle culto en el prójimo a través de la liturgia primordial, la compasión.
Todos tenemos abierta la invitación a construir un destino de transparencia.
Paz y Bien
0 comentarios:
Publicar un comentario