La propia historia




Para el día de hoy (23/05/15):  

Evangelio según San Juan 21, 20-25




La lectura que la liturgia nos ofrece para el día de hoy es un claro ejemplo de los niveles de profundidad de los textos sagrados, a los que es menester acercarse siempre -incluso, más allá de esquemas conceptuales- con un talante devocional, con el corazón en las manos. Benedicto XVI y Francisco lo han expresado con gran sabiduría al enseñar que la verdadera teología es la teología de rodillas. Dios se revela con gusto a un corazón humilde, y es un sendero gradual, navegación tenaz y confiada de ir mar adentro, con la tenaz obstinación fiel de la pequeña semilla que poco a poco germina, crece y dá frutos.

Así, en un primer acercamiento nos encontramos con un encendido interés de parte de Pedro por el futuro de Juan; quizás se trate de una cuestión de celos o de envidia semioculta, pues Pedro pregunta  nó como un hermano, sino como un extraño, o un competidor. Pero en realidad su error, que suele ser el nuestro también, es olvidar que es menester edificar la propia historia junto a Dios, un destino que no es inexorable, pues como hijos y hermanos y desde el presente dibujamos los trazos del futuro siguiendo los pasos de Cristo.
Y más aún, que no hay en la comunidad cristiana tareas menores y mayores: todas las vocaciones son importantes, todos los lugares cuentan y las personas que los ocupan más todavía a la mirada bondadosa de Dios, el milagro asombroso de edificar junto a Dios y a los hermanos una historia creciente, plena en libertad y santidad.

Pero también hay otro nivel, no opuesto ni contradictorio, sino simbólico, ventana para asomarnos a la inmensidad de la Buena Noticia. Varios estudiosos y eruditos consideran que el Discípulo Amado no es el apóstol Juan, sino la comunidad cristiana. Así, desde esta perspectiva, la comunidad creyente junto a Pedro, que confirmará a sus hermanos en la fé, tienen por misión y mandato dar testimonio del paso salvador de Cristo por sus vidas, de todo el bien que ha hecho y sigue haciendo, aún cuando se les vaya la vida en ello.

Paz y Bien

1 comentarios:

pensamiento dijo...

El Espíritu Santo es el don precioso y necesario que nos hace hijos de Dios, que realiza la adopción filial a la que estamos llamados todos los seres humanos , que la fuerza del Espíritu Santo habite siempre en usted, gracias por su sabiduría.

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