Pascua nacimiento


Para el día de hoy (03/06/11):
Evangelio según San Juan 16, 20-23

(Puede parecer tarea inútil describir motivos para la tristeza: amores quebrados, amistades olvidadas, la partida de un ser querido, un empleo de explotación, el destrato, el menosprecio... la lista puede nutrirse de infinidad de motivos, quizás tantos como personas/universos que somos.

La contraposición lógica sería enumerar motivos para la alegría; aún así, presumimos que serían insuficientes o, al menos, pasajeros.
La enseñanza del Maestro a los Doce allí reunidos -entre ellos estamos vos y yo, tú y el atentamente escuchando- es impulso e invitación a dar un paso más, a re-significar todos los acontecimientos que pueblan nuestras existencias.
Mejor aún, a superar no tanto las consecuencias de toda tristeza sino más bien a ahondar y sumergirnos en sus motivos desde una perspectiva pascual y comunitaria.

Hay que animarse y dar el paso/Pascua de la Salvación que acontece en nuestro aquí y ahora: la Revelación de Jesús es el rostro de un Dios que es Padre y Madre empeñado en la plenitud de todas sus hijas e hijos sin excepción.
Es clara y salta a la vista la primera objeción: ¿porqué Dios permite tanto sufrimiento, tantas tristezas, tantas miserias y dolores?

El Dios de Jesús no es un ídolo sádico que se complace en observar a sus hijos demolidos. El Dios de Jesús edifica la historia en conjunto con el hombre, y si en verdad hay algo escrito como suele inferirse -algo inmutable, destino previamente decidido- es su voluntad de vida plena y abundante para todos, eso que llamamos felicidad y que a menudo se nos confunde con satisfacciones pasajeras.

La alegría a la que Jesús de Nazareth nos quiere involucrar es trinitaria, y a la vez tiene tres fundamentos: profundidad, perennidad y es personal.

Es profunda pues vá mucho más allá de sentimientos pasajeros, y transforma la totalidad de la existencia.

Es perenne pues es la superación de lo emocional, comienza en nuestro presente cotidiano y se encamina a pasos agigantados hacia la vida sin final.

Es personal: no hacemos pié en algo, no nos hacemos sólidos en doctrinas o creencias. Antes bien, es a causa de Alguien, el hijo de María y José, nuestro hermano y Señor que desde su Pascua nos ha nacido a la vida que no se termina, a la vida que prevalece, raíz de nuestra alegría y certeza de nuestra felicidad)

Paz y Bien

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