Para el día de hoy (12/08/10):
Evangelio según San Mateo 18, 21-19,1
(En la lectura orante de la Palabra es preciso estar atentos a los símbolos y a los signos. Y en el Evangelio de hoy, especialmente a la simbología a a que refiere el número siete, mencionado por Pedro con referencia a las veces que era necesario perdonar a quien nos ha ofendido, a quien nos ha hecho mal.
El número siete, simbólicamente, remite a la perfección y a lo divino; de allí la pregunta de Pedro a Jesús: cree que la perfección y la voluntad de Dios pasan por perdonar hasta siete veces las ofensas del hermano.
Pero es un tiempo nuevo, el tiempo de la Gracia, el tiempo de más allá de toda frontera de mezquindad: por ello el Maestro dirá que el perdón no será cosa de siete veces, sino de ¡setenta veces siete!. No se trata de un factor multiplicador y mensurable.
Se trata de hacer viva una herencia que tenemos como hijas e hijos.
El Maestro vá más allá de todo límite que imponemos en nuestras mentalidades calculadoras, y nos invita a perdonar setenta veces...siempre.
De allí la parábola que nos regala: el gran motor de la historia, si seguimos con fidelidad sus pasos, debería ser la compasión y la misericordia y no el ansia de poder y venganza.
Aún cuando la ofensa del otro sea grave, ruin y espantosa, aún cuando se quiebre todo rasgo de humanidad, el que me ofende y me hace mal es mi hermano.
Y así como puede terminar con mi existencia terrena del peor y más cruel de los modos, ante todo el daño primordial e incurable es el que se infiere el ofensor a sí mismo.
No es fácil, claro que no.
Quizás debamos mirarnos cuando, ahogados en nuestras miserias, suplicamos unas migajas de misericordia y consuelo... y Abbá Padre de Jesús y Padre Nuestro, por puro afecto, por rotundo amor, no mide lo imprescindible para subsanar ese momento de crisis.
Frente a las migajas suplicadas, nos regala canastas enteras de panes de vida que desbordan cualquier medida imaginable.
Tal vez, entonces, los justos clamores de justicia y liberación, de ruptura de cadenas de opresión de tantos hermanos deban tener por impulso la compasión, la reconciliación y el perdón, que son las flores primeras y perfectas de la misma esencia del Creador: el amor)
Paz y Bien
Sólo estár....
Hace 7 horas.
2 comentarios:
¿Cuántas veces debo perdonar a mi hermano?. Al leer el Evangelio hoy se ha quedado esa frase en mi cabeza... ¿Cuántas veces?... y a esa le han seguido otras: ¿Cúantas veces tengo que perdonarme a mí misma el rencor, la envidia, la ira? ¿Cuántas?. Creo que el acto de perdonar no va en exclusiva dirigido al otro, sino que en ese mismo acto nos perdonamos a nosotros mismos, porque todo aquello que nos han hecho y que nos ofende ¡cuántas veces lo hemos podido hacer nosotros!. Perdonar supone ser humilde para reconocer que esa debilidad que vemos en el otro es también la nuestra. Por eso Dios, que nos conoce en las entrañas, a través de Jesús nos muestra el camino del verdadero perdon: siempre, en toda circunstancia -70 veces 7-, porque sabe que siempre tendremos ofensas que perdonar y siempre tendremos que ser perdonados, como Él lo hace con nosotros. Un abrazo.
¡Qué importantes son tus palabras, Teresa! Es muy cierto, quizás la piedad y el perdón comiencen por sabernos perdonarnos, por descubrirnos limitados, por reconocer nuestras miserias. Sólo desde allí podemos salir de nosotros mismos en la búsqueda compasiva del otro.
Un abrazo
Paz y Bien
Ricardo
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