Dios nunca nos dejará caer

 





Domingo Primero de Cuaresma

Para el día de hoy (21/02/21) 

Evangelio según San Marcos 1, 12-15


Jesús ha sido bautizado por Juan a la vera y en las aguas del Jordán, un río con una historia cara la memoria de Israel, el río que se atraviesa para llegar a la tierra prometida de la liberación, tierra santa de Dios en donde nadie será más un esclavo.

Allí, la lógica indicaría que asumiría el liderazgo de su pueblo para que se instaure sin demoras el Reino de Dios tal como suponían Pedro y los otros, un Dios que derrota a todos sus enemigos y hace gala de un poder avasallador, el Dios de Israel pero de ningún otro pueblo.

Pero sus caminos transitan otros senderos insospechados; Jesús es empujado, llevado de la mano al desierto.


El desierto no es grato ni amistoso. No se sobrevive cargado de equipaje inútil, sólo es posible salir andando ligero y confiando en alguien que brinde auxilio seguro y agua fresca.

Son cuarenta días, y no es un dato menor: en la memoria colectiva, es la referencia directa a los cuarenta años de peregrinación y crisol de pueblo, de liberación de la esclavitud egipcia, de barro moldeado en las manos bondadosas de Dios para hacerse mujeres y hombres libres en tierras renovadas.


Son cuarenta días de sostén absoluto en el Espíritu de Vida.

En pocas palabras, el Evangelista nos regala a un Salvador tan nuestro, un Cristo tan cercano que es golpeado una y otra vez por las tentaciones y flaquezas, humano hasta los huesos como cada uno de nosotros.


En ese desierto, Satanás -cuya etimología refiere a adversario- está allí molestándolo, pero es sólo una presencia simbólica: en realidad, a través de toda su vida Jesús será tentado por las mieles engañosas del poder, del éxito, de la violencia. Serán Satanás aquellos fariseos que lo excluyen y lo tratan de blasfemo, será Satanás el mismo Pedro que lo reprende pues no tolera un Mesías sacrificado y en apariencia derrotado, serán sus parientes diciendo que no estaba en sus cabales, serán aquellos que prefieren una piara de cerdos a un enfermo sanado, serán también los que suponen la primacía de Israel en la salvación y el dejar fuera a todos los otros pueblos, réprobos y condenados por extranjeros.


El mensaje es claro: no se trata de un dios opuesto, o de una fuerza paranormal que anda confundiendo a las gentes y que es menester alejar por intermedio de ciertos expertos por la vía del exorcismo. Se trata de esas falencias, mezquindades, limitaciones enraizadas en el egoísmo y el temor que impiden la realización plena, que reniegan la instauración de la vida plena del Reino del Dios de Jesús de Nazareth.

Lo diabólico es todo lo que se opone a la vida, y contra ello pondrá el pecho el Maestro sin vacilar, y su victoria es la nuestra.


A pesar de todos los embates, de todas esas tentaciones que golpean con fiera determinación y suponen una amenaza insalvable, prevalece la mano de Aquél que nos cuida, significado aquí en aquellos ángeles que sirven a Jesús en medio del asedio de las fieras.

No estamos ni estaremos solos nunca, y a pesar de esas fieras que suelen mordernos los tobillos diarios, ese Dios que es Padre y es Madre no quiere que nos perdamos ni que caigamos en las arenas de la soledad.


El Maestro atravesará esos que moldearán su corazón. Y ese Espíritu que lo lleva al desierto lo impulsará a la Galilea de su querencia, esa Galilea de la periferia constante y la sospecha permanente, Galilea de los pobres y marginales que sólo saben de resignación, dolor y tristezas.

Allí, en donde nadie espera nada, allí anunciará la Buena Noticia del Reino de Dios, la mejor de las novedades.


Estamos en un tiempo litúrgico en donde durante cuarenta días nos vamos adentrando en las honduras de nuestros corazones, para redescubrir al amor mayor expresado en la Pasión de Jesús.

Pero no es sólo una etapa importante del año en la que volcamos nuestro fervor religioso, es mucho más que eso. La cuaresma, esos cuarenta días de golpes y esperanza, del enemigo que quiere socavarnos pero de ese Dios que nunca nos deja caer, es la metáfora de la vida misma.


Sólo desde existencias cuaresmales podemos anunciar Buenas Noticias, descubriendo que a pesar de los embates de las fieras del egoísmo, el individualismo y el poder no estamos solos, nos impulsa y sostiene el Espíritu de Aquél que nunca nos abandonará y que nos espera desde siempre en la plenitud que es nuestro horizonte.


Paz y Bien

1 comentarios:

Walter Fernández dijo...

Señor, ayúdanos a no caer en la tentación y líbranos de todo mal 🙏 Paz y Bien 🙏 Buen Domingo y bendecida Semana que comienza 🙏

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