Los fariseos eran un grupo de carácter religioso con una gran influencia política en Israel: encontraban su fundamento en el estudio exhaustivo de la Ley mosaica, en la práctica rigurosa de una piedad predeterminada y en el cumplimiento exacto de las normas de pureza moral y ritual.
Este último aspecto supone, a la vez, una teología de la gloria -un Dios muy lejano y decididamente celestial- y una espiritualidad de los méritos y la retribución, un Dios manipulable por la acumulación de actos piadosos, un Dios de premios y castigos. La conclusión necesaria es que habrá un reducido grupo de gentes más cercana a Dios que el resto, los más puros, los religiosamente correctos.
El corazón quedaba relegado al olvido, y es claro que su dios no era el Dios de Jesús de Nazareth.
Abbá es Padre y es Madre que ama por igual a todas sus hijas e hijos, y no está lejos. Por el contrario, sale al encuentro y en búsqueda tenaz del hombre, es un Dios amable que se deja encontrar en las cercanas honduras de cada corazón, en el prójimo, en los ojos de los niños, en el rostro de los pobres.
Este galileo irreverente se atrevía a decir cosas nuevas, y a cuestionar abiertamente todo lo que sus tradiciones estratificadas sostenían; para colmo de males, los parámetros que sostenía no eran mesurables, pues no tienen medida el amor, la libertad, la ternura, la salvación, la increíble y maravillosa acción de la Gracia.
Por ello mismo le piden una señal divina; no obstante, aunque se cayeran los cielos, lo seguirían rechazando. En su repudio predeterminado, en su prejuicio militante se habían vuelto ciegos y sordos a toda novedad.
Le piden ese signo como criterio y credencial de que todo lo que hace y dice es legítimo, es auténtico y está autorizado. Buscan la señal de ese dios lejano en el que creen, no pueden ni quieren aceptar al Dios que Jesús revela y que ya está entre nosotros, manifestándose en cada acto de bondad, en cada gesto de vida.
Hoy mismo los signos están allí, para todo el que sea capaz de mirar y ver, señales de que el Reino está creciendo humilde y sin pausa entre nosotros, que no es necesario buscar la receta mágica o la determinación milagrera.
Dios está, camina y cuida de nosotros.
Paz y Bien
0 comentarios:
Publicar un comentario