La vida se nos define en los encuentros

 





Para el día de hoy (05/01/21): 

Evangelio según San Juan 1, 43-51



La lectura que nos ofrece la liturgia de este día se ubica, secuencial y cronológicamente, a continuación de la del día de ayer, es decir, ayer reflexionábamos acerca del Bautista señalando a Jesús de Nazareth como Cordero de Dios, y al seguimiento de Cristo que de manera inmediata realizan dos de los discípulos de Juan.

Hoy conocemos por el Evangelista el nombre de uno de esos dos discípulos, Andrés, mientras que se guarda silencio sobre el otro, quizás con la intención de que allí, en el momento propicio, también podamos descubrir nuestros nombres inscritos. Seguir al profeta para encontrar a Cristo.


El Evangelista nos señala también que la patria chica de Felipe era Betsaida: esta pequeña ciudad se ubicaba en la orilla norte del mar de Galilea, y por eso es vecina cercana de la confederación de diez ciudades de origen helénico conocidas como la Decápolis. Debido a ello, tal vez, provenga el nombre helénico de dos de los discípulos, Felipe y Andrés, los que alguna vez harán de intérpretes para el Maestro ante la visita de unos peregrinos griegos.

También nos indica que de Betsaida eran, originalmente, Andrés y Pedro.


Andrés, discípulo del Bautista, lleva a la presencia de Cristo a su hermano Simón Pedro.

Felipe hace lo mismo con su amigo Natanael: dá testimonio del Cristo que ha conocido a otros, no se lo guarda para sí. La identidad puede resultar en un principio confusa, pues afirma haber hallado a Aquél de quien hablan la Ley y los profetas, y a continuación le adjudica nombre y origen, Jesús de Nazareth, hijo de José.

En realidad, es Cristo el que ha salido al encuentro de Felipe, pues siempre las primacías son de Dios y la vocación es ante todo llamado y convite de Aquél que no deja de buscarnos.

La mención de Felipe hace cierta mella en Natanael: el hombre era originario de Caná, cercana a Nazareth, y es probable que entre los dos pequeños poblados se conocieran bien, y existiera cierta clase de rivalidad. Aún así, Natanael sostiene la opinión oficial que observa a las gentes de las periferias como poco confiables, como a un sitio del que nada bueno ni nuevo pueda esperarse.


Sin embargo, y tal vez sin saberlo, la identificación que Felipe realiza de Cristo es exacta: sí es el nazareno, sí es el hijo de José, pero también es el Mesías y el Hijo de Dios. Todo se resuelve desde la fé. Desde la fé se nos invita a ir a las profundidades del acontecer histórico, donde se teje la Salvación en mixtura santa de Dios y el hombre.


Quizás toda nuestra vida se vaya definiendo desde los encuentros. Con nosotros mismos, con los hermanos, con Dios. En cada encuentro sincero y veraz hay un Dios escondido que se hace presente, que nos llama, que nos invita a compartir su vida, y a partir de allí los cielos se abren. Todo es posible para quien se atreve a la fé, don y misterio un Dios que nos ama sin descanso.


Paz y Bien

1 comentarios:

Walter Fernández dijo...

Señor Jesús, Fortalece nuestra Fe! Paz y Bien, y Bendecida Jornada

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