Para el día de hoy (07/10/16):
Evangelio según San Lucas 11, 15-26
La persona de Jesús de Nazareth no pasaba inadvertida y suscitaba múltiples reacciones entre sus contemporáneos.
Los pobres, los enfermos, los excluidos se alegraban y asombraban agradecidos por ese Cristo que hacía presente la bendición de Dios en ellos, un Dios que los amaba sin medidas, un Dios Abbá que inclinaba su rostro bondadoso hacia ellos.
Los dirigentes religiosos estaban cegados de celos y ambición, de soberbia e intolerancia. Aunque la verdad estuviera ante sus ojos, ellos verían otra cosa, tan cegados que estaban. Su reacción posee una triste obviedad, los que demonizan con brutalidad al distinto o al disidente, adjudicándole rótulos demoledores aunque estas etiquetas siquiera tengan un asomo de razonabilidad. La peor de las cegueras es la de negarse a ver.
Esos hombres, apropiadores falaces de identidades únicas y voceros absolutos de lo sagrado, pretendían tener la legitimidad para decidir cuales cosas provenían de Dios y cuales nó, exigiendo credenciales a su medida.
No nos es desconocido. Hoy mismo, bajo excusas institucionales y aparentes buenas intenciones ortodoxas, se cuestiona con brutalidad el llamado evangélico del Papa Francisco a la misericordia, a la justicia, a la sencillez.
Pero el Reino estába allí y aquí entre ellos y entre nosotros, siempre en tiempo presente, el bien que se prodiga hacia el ser humano, el mal en derrota que se encarna en la persona y las acciones de Jesucristo y en los que hacen presente el amor de Dios en Su Nombre.
Más aún, cada acto de justicia y bondad que surja en estos campos yertos es también cosa nuestra, que debe despertarnos y movernos al reconocimiento y la gratitud.
Frente al Evangelio no puede haber neutralidad. Quien no suma, resta. Quien no siembra y cosecha, desparrama. Quien no hace el bien, posibilita el mal.
Es menester llenar estos cántaros de barro que somos con el vino de la Gracia.
Paz y Bien
2 comentarios:
Muchas, gracias, por este hermoso compartir, un saludo en el Señor.
Gracias a usted, querida hermana, por su presencia y sus palabras.
Dios la acompañe siempre
Paz y Bien
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