Para el día de hoy (03/07/09):
Evangelio según San Juan 20, 24-29
(Una lectura superficial de la Palabra del día de hoy nos hablaría del encuentro del Resucitado y de un incrédulo Tomás, que exige ver para poder creer.
Es mucho más.
Seguramente Tomás, como todos sus amigos, ha debido dejar de lado intereses y cuestiones personales para ir con Jesús. Lo dejó todo por seguirlo.
Tomás no estaba presente cuando el Resucitado se les aparece a los discípulos la semana anterior. No le basta el testimonio de los demás: exige ver y tocar para creer. No quiere un milagro, algo espectacular, sensacional. Quiere ver a su Maestro, no cree en un Señor glorioso, en una entelequia, quiere ver al Dios encarnado en un hombre, Salvador y Redentor sufriente en la cruz.
Cabeza dura, Tomás. Resiste y persiste en su tozudez ¡una semana! luego de la aparición del Resucitado a los otros.
Y nos cuenta la Palabra que "...se presentó Jesús en medio estando las puertas cerradas, y dijo -La paz esté con ustedes-..."
Y el Señor, a contrario de cualquier preconcepto, no reprende a Tomás.
Antes bien, estando la comunidad reunida, lo invita a ver, a tocar... a creer.
Y Tomás alaba desde el fondo de su corazón: -¡Señor mío y Dios mío!
Nuestro camino es similar al de Tomás.
Hay que confiar: el Maestro puede entrar aún cuando nuestras puertas se encuentren cerradas.
Y hemos de dejar muchas cosas para seguir sus pasos.
Y hemos de reconocerlo en las llagas y heridas de nuestros hermanos sufrientes.
Y hemos de reconocerlo Dios hecho uno de nosotros.
Y hemos de reconocerlo -¡Está vivo!-
Y junto con Tomás, exclamar -¡Señor mío y Dios mío!- y desde esa experiencia, ir a anunciar la Buena Noticia por todas partes.
Su paz nos acompaña)
Paz y Bien
Tomás y nosotros
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2 comentarios:
No es tan difícil suponer que Tomás cuando comprobó las llagas e introdujo el dedo en el costado, pudo pensar que ya estoy cogido. No había marcha atrá, huida... todo estaba claro, y la cruz ante todo lo que se avecina se hace dura, ¡tan dura!, que podía haber confundido a Tomás y hacer demagogía para renunciar.
¡Pero no!, Tomás se arrodilló y comprendió que no hay otro camino: si quiero ser feliz y fiel
conmigo mismo, el camino es seguir a JESÚS.
Como dice mi querido amigo Ricardo, comparto
con él todo su pensamiento, ¿confío yo en JESÚS?; ¿estoy dispuesto a dejar muchas cosas, para optar como opción fundamental y primera en mi vida, la única importante, por JESÚS?
Y no vale enganarnos con que JESÚS ahora no está, porque ahora sabemos, mejor que Tomás, que JESÚS vive, resucitó, y está entre nosotros. Entre otros, el mismo Tomás nos lo dice y da testimonio.
Un abrazo en XTO.JESÚS.
Salvador, qué cantidad de marchas y contramarchas somos capaces de dar a veces con tal de negar lo evidente! Quiera el Espíritu de Jesús iluminarnos para rendirnos ante la verdad y exclamar con Tomás -¡Señor mío y Dios Mío!-. Un gran abrazo en Cristo y María. Paz y Bien. Ricardo
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