Santísima Trinidad, comunión de vida



La Santísima Trinidad

Para el día de hoy (15/06/14) 

Evangelio según San Juan 3, 16-18




En verdad, somos muy limitados. Las mujeres y los hombres más sabios y eruditos lo entienden bien, y cuanto más profundas y profusas son sus reflexiones y sus escritos, más grande intuyen el abismo que los separa de explicitar la eternidad. Nuestros lenguajes abundan en términos más no son Logos, Palabra infinita de Dios.

Por eso, frente a la inmensidad del misterio a veces es mejor callar, acallar tanta bulla y escuchar con atención, dejarse imbuir toda la existencia por ese infinito que tiene nombre y rostro, volvernos nuevamente niños capaces de asombros, corazones ligeros de tantas maravillas.

Aún cuando el abismo -para nuestros medios escasos- es imposible de atravesar, un puente se nos ha tendido.
Jesucristo, sacerdote absoluto, es camino, es verdad y es vida desde y hacia Dios. Porque hay cuestiones en las que no se navega con la razón, sino que es preciso sumergirse con el co-razón.

Por Jesús de Nazareth sabemos que el Dios del universo es amor, vida que se comunica a perpetuidad, común unidad de vida, de afectos, de ternura, de liberación y justicia. Un amor tan grande que sale al encuentro de la humanidad en sus mismos huesos y sangre para acampar en estas soledades, para que la historia se transforme de una vez y para siempre.

Porque el Dios de Jesús es un Dios que salva, que sólo vé hijas e hijos, que rescata a los extraviados, sana a los enfermos y libera a los cautivos. No es el dios severo, juez y rápido castigador que por un lado nos manda amar y por el otro, con admoniciones duras como látigos, reparte sin vacilaciones infiernos constantes.
La Salvación se nos ofrece en bondad extrema pero también en total libertad. Porque es ese amor el que ante todo nos quiere íntegros, libres, y este Dios es Padre y Madre que nos cuida y protege, es Hijo y hermano mayor que nos salva, es Espíritu que nos enciende y sostiene.

Celebrar la Santísima Trinidad no puede tener otro signo que el de la alegría de sabernos reconocidos siempre, destinatarios de abrazos sinceros, degustadores de trascendencia en lo cotidiano, de eternidad en el aquí y ahora, de vida que se nos brinda y que a su vez proyectamos y compartimos porque, aún no perteneciéndonos, se nos ha confiado a nuestras torpes manos, con una confianza asombrosa que no tiene parangón con la poca fé que a menudo depositamos en su corazón sagrado.

Dios por nosotros, Dios con nosotros, Dios en nosotros.

Paz y Bien



2 comentarios:

pensamiento dijo...

Es un misterio muy grande el que celebramos hoy, que cada persona sea un autentico santuario dónde habite la santa trinidad, y sepamos descubrir en cada hermano que se acerca ese misterio escondido de la trinidad, gracias por todo, y que la santa trinidad habite siempre en usted y todos los suyos, un feliz día.

Ricardo Guillermo Rosano dijo...

Ante todo, debo rogarle me disculpe por la demora en responderle; hay días en los que, apenas, puedo escribir acerca del Evangelio del día, por las muchas ocupaciones pero también por mis abundantes limitaciones. Y corresponde que lo diga porque son muy valiosos y muy gratos sus comentarios y reflexiones que regala aquí.
Que el Dios de la Vida siga encendiendo e iluminando su mente y su corazón.

Paz y Bien

Ricardo

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