Para el día de hoy (09/08/09):
Evangelio según San Juan 6, 41-52(Los fariseos y escribas murmuraban de Jesús.
Se habían cerrado obcecadamente en las falsas imágenes de Dios que construyeron para su conveniencia y tranquilidad.
No podían entender -corazones anquilosados- que el Mesías fuera también el hijo de José y María, un carpintero galileo que de pronto se descubre como Pan bajado del Cielo.
El dios que se habían inventado era bien lejano y distante, totalmente separado de las creaturas, glorioso e inaccesible: nunca podrían aceptar a Dios hecho uno de ellos.
Para colmo de males, Jesús se había vuelto peligroso... Saciaba el hambre de multitudes con una prodigalidad insospechada y milagrosa, e impulsaba a las gentes a descubrir el hambre importante, el que está más allá del sustento, el de la Vida plena y abundante. Y se llamaba a sí mismo Siervo de Dios.
El poder estaba amenazado, y por eso murmuraban.
El amor es una amenaza, ayer y hoy.
Y amar como el Maestro significa embarcarse por aguas muy peligrosas.
No entendían, y muchos no entienden (¿entendemos?) que el primer paso siempre lo ha dado Dios.
Nos ha creado y criado, y cuando nos perdimos, personalmente ha salido en nuestra búsqueda y en nuestro rescate.
Agobiados por el dolor y la tristeza, paralizados de miedo o intoxicados de las propias miserias que vamos descubriendo, aún antes de nuestros ruegos Él nos busca sin cesar, Él es el que nos atrae de la mano.
No es una generalidad, una teoría o una abstracción.
Te toma de la mano y te lleva a su mesa, que está preparada para muchos... Para todos.
Para que todos comamos y nos saciemos del hambre profundo que parece -a veces- insuperable como la muerte.
Sin embargo, hay más, mucho más todavía, porque en su mesa nos saciamos y aún queda mucho para los que no han llegado todavía.
Y mientras tanto, hemos de hacernos pan vivo para el hermano, desde nuestra pequeñez y desde el silencio.
Así como el Reino de Dios viene creciendo en nosotros como una pequeñísima semilla, así también hemos de hacernos pan en silencio, en ese murmullo que un día ha de convertirse en la voz fuerte del Maestro, que sólo hablará palabras de Vida y Libertad)
Paz y Bien
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