Para el día de hoy (05/08/09):
Evangelio según San Mateo 15, 21-28
(Jesús se dirigía a los confines galileos, camino a las ciudades de Tiro y Sidón.
Iba poniendo distancia de ese Israel elegido que tan a menudo lo rechazaba.
Y sale a su encuentro una persona, excluída de tres modos:
Excluída por ser mujer -no tenían gravitación social en su época-.
Excluída por ser de la tierra de Canaán -tenían fama de idólatras los cananeos, a tal punto de ser llamados con total desprecio "perros" por los israelitas.
Excluída por no pertenecer al pueblo elegido.
Y es una mujer que es ante todo una madre que sufre: nos cuenta la Palabra que su hija estaba atormentada por un demonio.
Esa madre ama de tal manera, que la enfermedad de su hija la asume como propia.
Por eso le dirá a Jesús -Ten compasión de mí- en vez del lógico -ten compasión de mi hija- y también -¡Señor, ayúdame!- en lugar del esperado -¡Señor, ayúdala!-
Es una madre que ama, y cuando se ama nunca es demasiado.
Así como es tres veces excluída, tres veces llamará al Maestro -Señor-, y por tres veces le rogará: gritando detrás de Él, postrada a sus pies y dialogando con Él.
El amor es tenaz y persistente.
Los discípulos interceden por ella ante Jesús: pero no es cuestión caritativa, le piden que haga algo por ella, así deja de molestar.
En un primer momento, Jesús calla. Luego la aguijonea para que reaccione, dándole la respuesta esperada, ortodoxa y oficial: que el Mesías había venido para salvar al pueblo de Israel... Sin embargo quita el manto de demonización que pesaba sobre los extranjeros, especialmente sobre los cananeos, y los llama perritos o cachorros.
Y la mujer, a sus pies, no deja de confiar y le responde con un corazón floreciente de humildad, reconociendo el lugar en que su mundo la había ubicado.
El Maestro cede y concede: el amor es tenaz y persistente, y la hija de la cananea se cura al instante.
Así se nos vuelve el corazón a veces.
Obramos no por caridad, sino para quitarnos las molestias de encima.
Nos creemos con cierta preponderancia a milagros y a la Salvación según sea nuestra pertenencia, cuando la Gracia es dada a cada hija e hijo de Dios, es decir, a toda la humanidad.
Habrá pues que asumir como propio el dolor ajeno.
Habrá pues que reconocer el obrar del Espíritu hasta en los sitios y personas más impensadas.
Y habrá que orar más, con amor, con tenacidad, con persistencia, con humildad.
Aunque a veces nos parezca que nadie nos contesta, siempre el Dios de la Vida nos está escuchando, y, tarde o temprano, se concede aquello por lo que rogamos.
Y mucho más también, porque la Vida y todo lo que le es afín se nos dá en abundancia, mucho más incluso que por lo puntualmente pedido.
Sobreabunda la Gracia que se nos regala: es sólo cuestión ponerse a sus pies y darse cuenta.)
Paz y Bien
Granito de arena de Esperanza...Viernes de Pasión
Hace 1 hora.
3 comentarios:
Aunque no deje mensajes,siempre estoy presente,buen miercoles...Silvina
Que lindo, siempre trasmitiendo buenos consejos y serenidad.
Un fuerte abrazo
Muchas gracias Silvina y Beatriz por la presencia y las palabras...Debo pedirles disculpas por la tardanza en responder, pero estamos con una serie de problemas familiares complejos, y suelo carecer del tiempo necesario que requieren y merecen ustedes. Un saludo afectuoso. Paz y Bien. Ricardo
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