Nuestras hermanas y hermanos haitianos sufren desde hace muchas décadas.
El terror de la nefasta dictadura de Duvalier estuvo acompañado y dejo la herencia de la pobreza extrema.
La miseria para miles -que es una afrenta al Dios de la Vida- es cuestión diaria y habitual.
Pero parece que para este pueblo no es cruz suficiente.
Un sismo de enorme magnitud, con epicentro en la capital Puerto Príncipe, ha dejado más de cien mil víctimas, y como siempre para los medios mercenarios, será el horror de la tragedia una noticia más durante unos pocos días.
Nosotros, hagamos lo que hagamos y estemos donde estemos, tenemos algo poderoso y valiosísimo que sí podemos hacer ahora mismo: orar.
Orar, orar, orar sin cesar.
Para que se haga presente el Reino en la vida de tantos hermanas y hermanos nuestros agobiados y crucificados, para que brote la misericordia, para que llegue el auxilio real y nó la limosna.
Podemos compartir el pan y cosas que sirvan... no dando lo que nos sobra, sino parte de nosotros.
Desde allí nacerá, aunque sea lentamente, el alivio.
Y desde la oración, ejercer sin desmayo la memoria, que es cosa del Evangelio...
Por la misma volatilidad comercial de los medios, esto dejará de ser noticia en pocos días, y está en nosotros que el dolor se recuerde, esté presente en nuestra vida diaria y en nuestros corazones y en el presente que nos toca vivir.
Quiera el Altísimo llevar a través de sus hijas e hijos el aceite del consuelo y el vino de la esperanza a este pequeño pueblo sufriente y nuevamente crucificado.
Paz y Bien
Ricardo
Granito de arena de Esperanza...Viernes de Pasión
Hace 9 horas.
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