Un Dios de vivos

Conmemoración de todos los fieles difuntos


Para el día de hoy (02/11/11):
Evangelio según San Lucas 24, 1-8

(Es un día de emociones fuertes y encontradas.

Es claro, la psiquis a menudo nos juega pasadas complicadas y en plano no consciente se suele tejer todo aquello que en la vigilia nos abruma, y de diversos modos especialmente en un día como hoy.

La muerte puede dejarnos desconcertados y pesarosos, máxime cuando quien ha partido es alguien amado y muy cercano. El dolor y la tristeza se nos hacen mares imposibles de navegar, y parece que el llanto gana la partida.
También puede suceder que descubramos el real valor y afecto de quien se ha ido sólo cuando lo perdemos. O bien queremos que todo el mundo sepa de nuestro dolor, aferrándonos a ritos y rictus mortuorios que tienen mucho de artificial e impuesto, de convenciones a cumplir, de negocios escondidos pero que cada vez nos desdibujan el corazón.

Pero no hay demasiado que argumentar frente a la pérdida, ni razones que valgan cuando campea la ausencia.

Hoy es un día para el recuerdo manso pero también para la fé, porque Dios siempre cumple sus promesas, jamás se excusa.

La Resurrección de Jesucristo es el abrazo mayor, y esa tumba vacía es una certeza que está mucho más allá de nuestras ansiedades individuales.
A pesar de que todo nos dice lo contrario, que todo está articulado de tal modo que torpemente el dolor humano por el duelo se exacerba de manera deliberada, aún cuando -en el fondo- todos sabemos que hemos de morir, la fé nos dice que la muerte no tiene la última palabra.

En cada corazón palpita una semilla que crece humilde y silenciosa, semilla de eternidad que se nos vá creciendo en el día a día y que florece aún con el abrazo final de la tierra.
No busquemos a los que nos precedieron en el silencio cruel de los cementerios; más bien, convencidos de que Dios es Dios de ternura y paciencia, los sabemos vivos y plenos, en esa vida que no finaliza con la Pascua de la muerte sino que siempre está en ciernes, naciéndonos en un para siempre que nos promete el reencuentro cuando Él regrese en plenitud.

La eternidad es don y misterio pues Dios es Dios de la Vida, Dios de vivos que no abandona a nadie, Padre que busca afanoso a buenos y malos, Madre que cuida a santos y pecadores.
No es cuestión de méritos acumulados, sino regalo infinito de un Dios que nos ama hasta lo insospechado)

Paz y Bien



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