Para el día de hoy (24/11/11):
Evangelio según San Lucas 21, 20-28
(No hay que cansarse de insistir en lo mismo: la literalidad es causa de todo fundamentalismo, y nada tiene que ver con la Buena Noticia.
Por eso mismo, aferrarse a ella implica sucumbir al espanto, resignarse a la muerte e inventarse un falso dios de las venganzas justicieras y de las batallas victoriosas que suponen la aniquilación de todos y cada uno de sus enemigos, un dios lejano y revestido de gloria omnipotente al que sólo se accede -y se manipula- mediante la ejecución precisa de una piedad puntillosamente codificada.
La información diaria nos abruma: la crueldad expresada en todas sus formas, la violencia que no cesa y que trata de justificarse de mil maneras -especialmente desde el lado de los poderosos-, la afrenta del hambre y la falta de trabajo, la corrupción que nos ofende, el poder cuasi omnímodo de los imperios opresores.
Pero con ese horror instalado, con el espanto cotidiano, con todo y a pesar de todo la esperanza no se nos apagará jamás, siempre palpitará en nuestras honduras un pequeño rescoldo.
Es claro que no es nada fácil erguirse en la confianza en plena tormenta de sufrimiento; sin embargo, es la historia en trabajo de parto. Los dolores son muy intensos, pero preanuncian la vida nueva que llega.
Creemos en un Dios que se ha hecho hombre, que se ha querido tejer en la historia por una cuestión de amor irrevocable hacia la humanidad. Desde allí, hasta la noticia más terrible se transforma en buena y se convierte en señal de esperanza, porque la liberación crece humilde y en silencio entre nosotros, y se propaga fértil a través de mujeres y hombres que siguen confiados los pasos del Maestro.
Dios ha querido hacerse uno más entre nosotros -Niño frágil en brazos de Madre- y toda la tierra se hace santa porque cada día la vida amanece entre pañales y promesa de crecer)
Paz y Bien
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