Para el día de hoy (15/11/11):
Evangelio según San Lucas 19, 1-10
(Era el jefe de los publicanos en Jericó; eso implicaba ser odiado con fervor y repudiado por casi todos sus paisanos.
Es que los publicanos era los recaudadores de impuestos para el Imperio: se ocupaban profesionalmente de que el pueblo cumpliera con esas cargas intolerables, pero además, añadían un porcentaje a estos gravámenes en su propio favor. En esta actividad, el Zaqueo de la lectura de hoy -quien es sindicado como muy rico- era objeto de un desprecio múltiple por recaudar impuestos, por enriquecerse a costa de los pobres y vivir permanentemente en contacto con los impuros romanos.
Zaqueo sabe que ese rabbí galileo a nadie condena ni excluye, por eso su afán de conocerle, y el esfuerzo de encaramarse por sobre los demás para verlo; aún así, con todos esos esfuerzos, es Jesús quien levanta su mirada, quien hace de la casa de Zaqueo su hogar sin otra exigencia que el pedido de compartir su mesa.
De algún modo, somos como Zaqueo; en perspectiva con el universo y con Dios, somos muy pero muy pequeños, y nuestras miserias cotidianas -eso que llamamos pecado- nos van reduciendo nuestra estatura moral y nuestra amplitud ética.
Sin embargo, hay un Cristo que, con todo y a pesar de todo, nos busca y quiere sentarse con nosotros a la mesa, e instalarse en el hogar de nuestro corazón.
Y de algún modo también, es la misión de esta familia zaquea que llamamos Iglesia: hay muchos -demasiados- encaramados a ignotos árboles, objeto de múltiples desprecios y de rechazos legítimos. Pero la mirada de Jesús vá más allá de un presente tenebroso y agobiante en su rutina, y mira y vé lo que todos y cada uno puede llegar a ser, y en sus ojos destella la mirada del Padre que no quiere que ninguna de sus hijas e hijos se pierda, sean lo que sean, hayan hecho lo que hayan hecho.
Eso es la Gracia y es la Salvación que se ofrece como pan abundante que se regala)
Paz y Bien
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