Para el día de hoy (03/11/11):
Evangelio según San Lucas 15, 1-10
(En estas dos parábolas que la Palabra hoy nos regala, es menester descubrirles los acentos, los énfasis verdaderos.
Una lectura superficial orientaría a detenerse solamente en esa única oveja perdida o en esa pequeña moneda que no se encuentra; de allí, probablemente, que los responsables religiosos -escribas y fariseos- murmuraran entre sí, pues se trata de esa postura que sigue muy vigente y a la que le molesta la conversión, la vuelta a la vida de los perdidos, un Dios que se inclina al rescate de sus hijas e hijos extraviados por el camino de la vida.
El acento está puesto en la actitud del pastor que arriesga todo por esa oveja alejada del rebaño; es claro que esa oveja se ha perdido porque el pastor no ha cumplido bien su función, el rebaño es gregario y es raro que una oveja decida andar sola.
El acento está también en esa mujer que enciende la luz en medio de la noche, busca afanosamente esa moneda de poco valor aparente -la moneda no se pierde sola, se le ha perdido a ella- y, no conforme con ello, es capaz de despertar a los vecinos a horas intempestivas para que festejen con ella el reencuentro.
En ambos casos, es la actitud decidida de responsabilidad y compromiso, de involucrarse, de dejarlo todo para el rescate de lo perdido, el asumir como propia cualquier pérdida o extravío.
Más aún, en ambas facetas se revela un rostro conmovedor de un Dios que es Padre y Madre también, un pastor comprometido con su rebaño y un ama de casa dedicada hasta el último detalle. Todos son importantes.
La enseñanza de Jesús nos interpela y nos conmina: se trata de la Resurrección, se trata del regreso de los olvidados y extraviados, se trata de esa comunidad que llamamos Iglesia capaz de hacer lo increíble para el rescate de quienes se han perdido en los laberintos de tantas miserias mundanas, y que celebra sin límites y comparte su alegría por ese regreso a la vida)
Paz y Bien
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