Para el día de hoy (14/11/11):
Evangelio según San Lucas 18, 35-43
(Está allí, a un costado del camino, a la vera de la vida que pasa. No tiene otro horizonte que la oscuridad de su ceguera, y suplica una limosna que alivie su miseria y su pesar.
Escucha el rumor de la multitud que camina, y desde sus oídos agudos pregunta el porqué de tanta gente: es Jesús de Nazareth que pasa.
En su aflicción, no se resigna y comienza a gritar -¡Jesús, Hijo de David, ten compasión de mí!- con voz cada vez más creciente. Sus gritos molestan, y es conminado a callarse.
Solemos hacer lo mismo con los inmigrantes ilegales, con los pobres, con los estigmatizados por el HIV o cuestiones de género, con los desempleados, los que gritan sus penas porque esos gritos molestan, porque no son políticamente correctos, porque quebrantan nuestras mezquinas previsiones.
Pero el Maestro está atento: es Cristo que pasa, es el Salvador que oye y escucha el clamor de los que sufren aún cuando los que le siguen pretendan acallar esos lamentos que duelen.
Ese hombre ciego utilizaba una expresión que a Jesús no le gustaba -Hijo de David-, pero aún así Él se acerca. No se detiene en la postura cuidadosamente ortodoxa del hombre, le importa la fé que se desprende de ese grito confiado.
Así nuestra gente más sencilla: a menudo puede causar horrores cierta religiosidad practicada a ojos muy meticulosos, a mentes puntillosamente canónicas. Pero allí hay fé, hay confianza, hay amor.
En Jesús de Nazareth, Dios Emmanuel, se conjuga la redención como urdimbre santa de Dios y el hombre; por ello, cuando acontece la fé, suceden los milagros, vuelve la luz y se disipa la ceguera.
Nosotros solemos padecer otro tipo de cegueras también: es aquella de la pura praxis, esa soberbia encubierta que supone todo lo que debemos hacer por Dios, defendiéndolo a Él y a la Iglesia.
Pero resuenan apacibles las palabras de bondad del Maestro, en cada instancia de nuestras vidas, preguntándonos qué puede hacer Él por nosotros, hombre que sólo sabe de servir a los demás, Dios que se desvive por los otros.
Nos está esperando siempre, y sale a nuestro encuentro)
Paz y Bien
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