Ascensión del Señor: en el principio, estaba la bendición y el encuentro



Ascensión del Señor

Para el día de hoy (16/05/10)
Evangelio según San Lucas 24, 46-53

(Todo aferrarse a la literalidad de la Palabra es peligrosa, y tiende a cerrar los ojos del corazón a la luz de la Vida. Ni hablar de sus consecuencias: generalmente la literalidad se traduce en fundamentalismos e idolatrías...
Nada más lejano a la Buena Noticia de Jesús.

Quizás, más que el esfuerzo de desentrañar metamensajes bíblicos -no está mal, es claro- deba ser posterior a la escucha dispuesta, al silencio confiado que sabe que, aún sin comprender, la Palabra transformará la vida.
María nos conduce en esa senda de transformación vital.

Ese cielo al que asciende nuestro Maestro y Señor trasciende cualquier límite cósmico, está infinitamente más allá de los bordes espacio-temporales.
Ese cielo que nos señala el Evangelista Lucas es la identificación plena y total de Jesús con Dios.
Él ha cumplido con su misión de Salvación y retorna a su origen, vuelve al seno de la divinidad: Jesús es Dios y Dios es Jesús.

Este día en que celebramos la Ascensión del Señor es símbolo de la liberación plena y total de la humanidad, Jesús "subiendo" a la vida plena en Dios.

Por eso mismo, como los discípulos, hay que dejar de mirar al cielo... y volver, con la alegría de ese destino ofrecido gratuitamente a sembrar la esperanza, a transformar a un mundo que rinde culto -cada vez más- a una multiplicidad de ídolos de muerte como el dinero, el poder y las armas y le la espalda al Dios de la Vida.

Hay que dejar de mirar la bóveda celeste, y comenzar a mirar el aquí abajo, al hermano esclavizado, preso de la desesperanza, atado en la miseria, encadenado en el destrato y mortificado por el olvido.

Allí comienzan los senderos de misión que hemos de recorrer si queremos corresponder al llamado de Amor del Maestro, anunciar el perdón y la reconciliación, la Buena Noticia de que la vida plena y perdurable es posible a todas las naciones.

Como el Espíritu en el principio de la creación, así caminamos, nunca solos, jamás librados a nuestra propia suerte y a nuestras capacidades limitadas.

Bendiciendo y con las mismas manos con las que curaba enfermos, con las que acariciaba a los niños, con las que multiplicaba los panes, el Maestro nos bendice.

Es un saludo que no es despedida, sino la maravillosa y aparente paradoja de irse para quedarse con mayor fuerza, llevándonos de la mano hacia nuestro encuentro pleno con Dios.

Con los discípulos, volvemos a la ciudad, al todos los días de otro modo; ya no estamos atribulados, ya no podrá con nosotros las angustias, la tristeza o el miedo.

La alegría y la esperanza se hacen presente porque el Señor yéndose, se queda para siempre)

Paz y Bien

2 comentarios:

Ludmila Hribar dijo...

Leyendo tus comentarios recuerdo la preciosas palabras dichas por el Papa Benedicto en Fatima.

Ricardo Guillermo Rosano dijo...

Ljudmila, qué gusto encontrarte por aquí. TE voy a ser sincero: no había leído la homilía del Papa en el Santuario de Fátima, pero me la copié de tu blog en un archivo de word, me la imprimí y la voy rumiando de a poco.
Un abrazo grande
Paz y Bien
Ricardo

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