Para el día de hoy (17/05/10)
Evangelio según San Juan 16, 29-33
(Parecería que fuese una despedida con las emociones flotando en el lugar. Y como toda despedida, supone un dolor y un desgarro, una tristeza anticipada por la ausencia.
Y los discípulos creen ya saberlo todo, creen poseer exclusivamente el secreto sobre Jesús y encontrarse aptos y capaces de cumplir su misión.
Pero el Maestro sabe qué cosas se tejen en cada corazón, y sabe lo que les está creciendo por dentro, y sabe lo que nos crece a nosotros también.
Sabe que serán ganados por el miedo, que su fé es incipiente, que se dispersarán temerosos y lo dejarán solo enfrentando los horrores de su Pasión.
Porque la misión comienza y tiene sentido con la Resurrección, el Mesías crucificado y muerto que ha vencido a la muerte, que les envía el Espíritu Santo, Espíritu Maestro que los hará madurar en su fé, que hablará por ellos, que los sostendrá.
Sabe también que luego de esos momentos de abandono los agobiará la culpa, y la soledad de ellos será mayor aún que la que Él sufrirá.
Porque Él jamás está solo, Él y el Padre son uno, y esa verdad y esa certeza serán también fuerza y ánimo para los discípulos, coraje y sustento para todos los doblegados en la tristeza de sus pecados.
El Maestro se vá para quedarse más plenamente; el Maestro se vá para abrir la puerta a la Casa Grande, el destino de todos nosotros y vá llevándonos de la mano.
Él ha vencido al mundo, más no hay millares de cuerpos esparcidos en el campo de batalla.
Sus huestes son campesinos, pescadores, recaudadores de impuestos y prostitutas conversos, enfermos sanados, niños abrazados con ternura, mujeres rebajadas a la condición de esclavas u objetos, que sólo empuñan la mano abierta del abrazo y la solidaridad, manos que trabajan, manos que curan.
Es la increíble victoria del amor sobre el odio, de la vida sobre la muerte, de la Gracia, la entrega generosa y la eternidad por sobre las ataduras de lo efímero.
Jesús siempre está de regreso animándonos a cada uno de nosotros, y diciéndonos que no estamos solos, que la vida y la comunión prevalecen.
Clave de misión: hay que dar aviso con hechos concretos -abandonando de una buena vez una malsana costumbre de quedarnos en la pura declamación- y anunciar con el silencio del compromiso que Dios está presente y no abandona a la gente.
Hay muchas hermanas y hermanos sumergidos que aún no han visto una mínima luz de esperanza. Allí hay que ir, nos anima el espíritu de Aquél que siempre está de regreso para que nosotros mismos volvamos a los brazos del Padre, de ese Dios del que solemos alejarnos con presteza)
Paz y Bien
Fredy...
Hace 2 horas.
2 comentarios:
Me gusta eso de abandonar la malsana costumbre de quedarnos en la pura declamació y anunciar con el silencio del compromiso que Dios está presente y no abandona a la gente.
Preciosa entrada. Un abrazo: Joan Josep
Muchas gracias, amigo y hermano, por sus palabras y su presencia.
Esta cuestión que contrapone declamación / proclamación, anuncio de la Buena Nueva, me viene taladrando el corazón desde hace algún tiempo, y nó sin dolores... Y doy gracias a Dios por ello.
Un abrazo grande en el Soplo de Dios Viviente que está viniendo siempre para sostenernos, alentarnos y unirnos.
Paz y Bien
Ricardo
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