Para el día de hoy (14/05/10)
Evangelio según San Juan 15, 9-17
(De un modo cósmico, nuestras almas deberían ser planetas que orbiten constantemente alrededor de su sol, el amor de Jesús.
Como los planetas, sin esa luz no hay vida.
El amor de Jesús, que es el Amor de Dios, debería ser el centro de nuestra existencia y el punto de partida -y de destino- desde el cual todo se entiende, todo se explica y todo cobra sentido.
Porque por amor nos a elegido personalmente, a cada uno, con su rostro, su nombre, sus peculiaridades, sus luces y sus sombras. De tan pequeños que somos seríamos ampliamente felices siendo siervos.
Sin embargo, Él nos quiere sus amigos.
Y desde allí construye y edifica, claro que sí.
No hay que equivocarse: nosotros nos sumamos a la obra del Reino, pero es el Espíritu del Resucitado el que construye comunidad, el que nos hace descubrir hermanos.
En ese descubrirnos queridos, revelarnos amados, se despierta la otra faz de la existencia. Es la faz por la que nos hacemos plenos, es decir, dándonos sin medida y sin condiciones.
Demasiado tiempo nos han intoxicado presuponiendo al amor como una cosa meramente sensiblera, banalmente televisiva. Pero es mucho más, y en su expresión más cabal implica renunciar a la propia existencia por el otro, dar la vida por amor al prójimo/próximo.
Esa misión no excluye lo sensitivo, más esto último es sólo un aspecto, no lo determinante. La misión que se despliega a sabernos amigos es hacer presente ese amor, esa amistad de Dios en medio de un mundo que cada día más se hace del César.
Ésa, y no otra, es la llamada Evangelización.
Y somos pequeños, frágiles, mortales; todos -sin excepción- somos pequeños seres quebradizos, hasta el que parece más fuerte, todos.
Pero aún así, no estamos inermes ni a la deriva en las aguas bravas y turbias de la vida mundana.
El Maestro está allí justo donde estamos nosotros, su corazón nos respalda en todos nuestros pasos...
¡Cuánto más hará cuando ese amor se concrete entre sus hermanos más pequeños y olvidados!
Es tiempo de Gracia y Misericordia: es tiempo de confiar en que la multiplicación de los panes y los peces, la era de los milagros tiene un aquí y un ahora que dependen de nuestra confianza.)
Paz y Bien
Amigos por elección, envío por misión, respaldo de corazón
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2 comentarios:
Ricardo, aún somos muchos que amamos a los más pequeños y desfavorecidos de esta vida; no se nos ve, ni se nos oyen nuestras voces.Pero vivimos orando en el silencio de nuestra alma.
Con ternura.
Sor.Cecilia
Querida sor Cecilia, lo que usted menciona con profunda y sencilla veracidad me lo he planteado muchas veces al ver a las abuelas que sin importar calor o frío, lluvias o enfermedad, van todos los días a nuestra comunidad a rezar.
Sólo dan parte de ausente cuando ya no es necesaria su oración, cuando ya ven a Dios en su plenitud. Siempre he creído que en sus frágiles hombros y en su oración tenaz nos sostienen a todos nosotros.
Y como tantos como usted y su comunidad, que desde el silencio agrandan con su oración constante los corazones pequeños de quienes estamos sumergidos en las junglas mundanas.
La oración de tantos como usted, querida hermana, y lo creo sinceramente, hace que todo se sostenga y no se desplome sobre nuestras cabezas.
Allí se van acumulando tesoros del cielo para un mundo sumido en tanta pobreza.
Dios bendiga e ilumine a usted y a su comunidad.
Un saludo afectuoso en Cristo y María, y mi oración y la de los míos.
Paz y Bien
Ricardo
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