Las palabras de Jesús se dirigen a la multitud congregada, y esa multitud supera por lejos al nutrido grupo de gentes de la Palestina del siglo I. Sus palabras llegan con fuerza y actualidad a esta multitud que somos.
Porque Jesús de Nazareth ha inaugurado con su presencia el kairos, el tiempo santo, el año de la Gracia y la Misericordia, tiempo bendito entretejido por Dios y el hombre.
Las señales -los signos- de ese tiempo están allí, bien visibles y ciertas, y no hay excusa para no verlos ni leerlos. Más aún, muchos de esos signos viven en nuestros corazones y palpitan en nuestras almas.
Así como somos capaces de descubrir con un alto grado de certeza los cambios climáticos diarios -inclusive en el propio cuerpo- y nos volvemos ávidos detectores de tendencias irrelevantes, las reconvenciones del Maestro han de despertarnos y, mejor aún, dolernos.
Se trata de recuperar la vista y la capacidad de lectura. Los signos y antisignos, los valores y disvalores están allí, lo que es justo y santo y lo que se le opone con fiereza.
Porque lo peor que podemos hacer es actuar por inercia, y no hay mayor causa de tristeza y desarraigo que no ser capaces de ver las huellas que vá dejando la mano bondadosa del Dios de la Vida en toda la historia humana y a través de esta pequeña historia personal que llamamos existencia.
Es claro que no es cuestión puramente individual: antes bien, es cuestión personal y por tanto comunitaria.
Así los seguidores de Jesús siguen sus pasos, así la Iglesia se mantiene fiel.
Con la vida eterna y definitiva por horizonte, el sendero a caminar es el de la reconciliación y la justicia.
Paz y Bien
1 comentarios:
Que seamos agentes de reconciliación, a pesar del odio que profesa parte de la Sociedad....Señor danos Sabiduría Paz y Bien 🙏
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