Esa costumbre del olvido

Para el día de hoy (25/10/10):
Evangelio según San Lucas 13, 10-17

(Es difícil que la Palabra para el día de hoy se nos haga ajena. Esa mujer, encorvada y agobiada, se encontraba allí, en un costado, doblegada por su mal desde hace mucho tiempo.
-algo más que mucho tiempo, dieciocho años-
Está allí, tirada como una cosa inservible; la rutina del mal que la vulnera es tal que su nombre se ha disuelto, ha perdido el habla, no pide ser curada, pasivamente y en silencio sufre su mal.

Sin dudas, los asistentes habituales de la congregación -tal es el significado del término sinagoga- también estaban acostumbrados a ese mal; para colmo de males, era mujer. Por ello mismo, todos la miraban como parte cotidiana y normal en su encuentro religioso.

Pero pasa el Maestro, y Él mira y Él vé. La mira a los ojos, la llama, la declara libre de su enfermedad y le impone las manos.

La Palabra es eficaz, y esa eficacia está mucho más allá que nuestros limitados parámetros de eficiencia. La Palabra es liberación.
Esa mujer enmudecida y oprimida por la enfermedad y el olvido de sus paisanos, es recreada y liberada por la acción de la Palabra de Dios, acción solidaria, acción de ternura, Reino entre nosotros desde Jesús.

Pero es claro, siempre anda por allí el corifeo de los comedidos que se quejan y no demoran en expresar a los gritos su indignación; ese galileo es un insolente que ha quebrantado las normas -que ellos mismos han sacralizado-. Aunque tal vez la insolencia mayor haya sido que ellos mismos, su indiferencia, ha quedado en evidencia...

Lámpara es tu Palabra, Maestro.
Estamos demasiado atados a costumbres que hacemos sagradas, y que sólo conducen a relegar al hermano agobiado al olvido, a mirar sin ver al que sufre, a acostumbrarnos con una rutina cruel a que el dolor se nos haga habitual.

Quizás -sólo quizás- haya que rogar al Espíritu nos despierte de ese sopor inhumano y nos vuelva maravillosamente insolentes, como Él.
Para hacer el bien, para ir en socorro del agobiado no se debe pedir permiso y no hay norma, canon ni doctrina que esté por ante la necesidad del hermano.
Habrá que decidirse por esas santas malas costumbres del Reino)

Paz y Bien

4 comentarios:

Salvador Pérez Alayón dijo...

Corremos el peligro de estardarizar todo aquello que en un momento determinado hemos decidido que nada se puede hacer.

Quizás aquel hermano no ha dejado curarse, o no devuelve con gratitud el bien recibido, pero por encima de todo eso está el amor y la actitud paciente de estar presto a la ayuda necesitada, a la comprensión o pedida.

Pidamos tener siempre una actitud crítica y reflexiva con nosotros mismos.

Un fuerte abrazo en XTO.JESÚS.

Angelo dijo...

Me vienen las palabras de San Pablo, leyendo esta magnífica reflexión. "Si no tengo caridad nada soy"
Gracias y un fuerte abrazo

Ricardo Guillermo Rosano dijo...

Salvador, a leer tus palabras necesariamente -gracias a Dios- me vuelvo a convencer de que, quizás, sea necesario ser un constante inconformista para con uno mismo en las cosas del corazón, es decir, saberse siempre incompleto y limitado para permitir espacios, espacios que llene el Espíritu de Jesús.
Un abrazo grande
Paz y Bien
Ricardo

Ricardo Guillermo Rosano dijo...

Ángel, si alguna vez nos hiciera falta algo a modo de "carnet de identidad" sería precisamente lo que mencionas, la caridad que el Maestro nos enseña especialmente en la parábola del buen samaritano. No hay otro distintivo para los discípulos de Jesús.
Un abrazo grande en el Dios de la Vida para tí y tu maravillosa familia.
Paz y Bien
Ricardo

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