Para el día de hoy (09/10/10):
Evangelio según San Lucas 11, 27-28
(Ese rabbí era extraño. Sanaba a todos por igual, judíos y gentiles, justos y pecadores. Se declaraba a favor de los pequeños. Reivindicaba a las mujeres y a los niños.
Hablaba del Dios de Israel como su Padre.
Para colmo, hablando con sencillez campesina y tonada galilea, hacía milagros.
¿Cómo no asombrarse?
Por eso el grito espontáneo de esa mujer entre el gentío -¡Dichoso el vientre que te llevó y los pechos que te criaron!-.
Tal vez sólo de mujer a mujer se comprenda el sentido de esa exclamación. Mejor aún, un grito de alegría común de madre a Madre.
Y ese galileo redobla el elogio, y es preciso comprenderlo. No es tan fácil si uno se ata a lo puramente biológico.
Él la conoce como nadie: por eso la llama Bienaventurada, Feliz por haber escuchado la Palabra de Dios y haberla guardado en su corazón, haberla cumplido, haberla hecho vida...
Muy a menudo cometemos el error de pretender cuantificar la felicidad: muy, algo, poco o más felices nos declaramos a nosotros mismos o a otros.
Sin embargo, no es tanto cuestión de cantidad sino más bien un estado de plenitud. Toscamente, digamos que se es feliz o nó se es.
Y si por felicidad o bienaventuranza entendemos la plenitud en la dicha, en la alegría, sin dudas su Madre es feliz. Y para siempre.
Ella ha guardado la Palabra de Dios, rumiándola, yendo cada vez a un nivel más y más profundo. Y a mayor profundidad, mayor altura, total eternidad en la misma historia humana.
Ella, la que guardaba y atesoraba las cosas meditándolas en su corazón aún cuando no las comprendiera, aún cuando estuviera contrariada por el miedo o quebrada de dolor, Ella permanecía fiel.
Por ser la primer y mejor discípula, por esa rumia de toda su vida, Ella es hermana y Madre a una vez, discípula y protectora, redentora con el Hijo de los otros hijos más pequeños.
Ella es feliz, y busca como toda Madre la felicidad para cada uno de sus hijas e hijos)
Paz y Bien
Sólo estár....
Hace 4 horas.
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