De urgencias y licitudes

Para el día de hoy (29/10/10):
Evangelio según San Lucas 14, 1-6

(Hay que asumirlo: el vivir a pleno la Buena Noticia provoca estar siempre bajo sospecha, en un prisma de cristal, en donde se centran las miradas aviesas de ciertos comedidos y mezquinos que están a la espera de detectar un error, un pecado, una blasfemia. En la mayoría de los casos, se trata de un prejuzgamiento que no acepta nada bueno aún cuando tenga una contundencia evidente.

Por eso el ejemplo de los fariseos de todos los tiempos, pintados en el Evangelio para el día de hoy.
Ellos observaban atentamente al Maestro, tratando de atraparlo en alguna acción que, a sus criterios, sea condenable.
Tristemente, estos prejuicios y cuestionamientos son raíz de violencias, y Jesús tampoco quedaría exento de ello.

La imagen de por sí nos estremece: ese hombre estaba doblemente golpeado por una enfermedad grave para su tiempo -la hidropesía, que supone edemas crecientes que llevan a la muerte- y por el desprecio de sus paisanos: esa enfermedad lo tornaba impuro, le impedía participar en toda su humanidad en la vida social y religiosa. Peor todavía, se consideraba esa dolencia consecuencia del pecado, es decir, castigo divino.
Así y todo, el Maestro toma su mano, lo sana y lo despide.

Toma su mano y rompe esos grilletes de exclusión; lo reconoce ante todo como persona.

Lo sana, le devuelve la integridad de su cuerpo quebrantado.

Lo despide, es una nueva creación, ya no es un discapacitado arrojado a un lado del desprecio. Por Él, es nuevamente humano en plenitud frente a los hombres y se yergue entero frente a Dios.

En ese gesto, hay un mandato para todos y cada uno de nosotros: frente a la necesidad del hermano, no puede haber demoras ni excusas.

La licitud debería dejar paso a la Misericordia, revelación del Maestro de ese Dios Padre y Madre que no sólo crea al hombre sino que se des-vive para que sus hijas e hijos vivan plenos.

Como sus discípulos y seguidores, nos toca asumir ese compromiso de liberación y socorro que es impostergable, y ha de ser para nosotros causa de urgencia y motivo de des-vivirnos para que el otro viva)

Paz y Bien



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