La edificación del nosotros

Para el día de hoy (04/09/11):
Evangelio según San Mateo 18, 15-20


(Un grosero error habitual es suponer que el poder y el mandato de atar y desatar ha sido conferido por Jesús solamente a Pedro, a sus sucesores, y a quienes han sido llamados al sacerdocio: esta vocación de reconciliación es el distingo de toda comunidad reunida en su Nombre, y que sabe que Jesús está presente en medio de ellos.

Es normal y natural que en todo grupo humano surjan conflictos, y esto suele ser a veces más evidente en las comunidades cristianas: al fin y al cabo, el egoísmo no ha sido desterrado de estas pampas. Sin embargo, comienzan los problemas cuando, al querer corregir estas conductas que hacen daño -eso que llamamos pecado- nos embarcamos en ímprobas y sinuosas veredas de normas, legislaciones y códigos de conducta y dejamos de lado a ese Jesús presente y vivo en medio de los suyos.

Es claro que nuestras limitaciones nos obligan a ordenarnos de un modo u otro mediante normas de convivencia y, llegado el caso, debidos procesos: aún así, cuando se acentúa lo punitivo, la excomunión, el tablero de penas olvidando al Maestro, se demoniza y se olvida al otro aunque ese otro haya cometido faltas gravísimas o delitos socialmente imperdonables. De allí a las persecuciones, guerras santas, cruzadas y violencias hay una distancia muy pequeña, y son acciones razonables pero muy lejanas y ajenas al corazón misericordioso de Jesús.

Pero por ello mismo la comunidad cristiana es trascendente, y cuando con todo y a pesar de todo se decide a no perder a ningún hermano, el Reino acontece.
Ata las almas separadas por rencores, y desata los nudos que nos atan al pasado y al odio frecuente por el dolor de las heridas recibidas.

Quizás el primer paso sea la superación del yo y el tú, y junto con el Espíritu de Jesús que está aquí, ahora mismo entre nosotros, navegar en estas frágiles barcas que somos hacia la fraternidad.

Se navega bien cuando todos reman y cuando el Maestro vá al timón.

Se llega a buen puerto cuando la mesa deja de ser exclusiva para el consorcio de unos pocos y se vuelve banquete grande con lugares para el publicano excluido, para el pagano negado por distinto, y los que nunca son tenidos en cuenta dejan de pertenecer al ellos y son parte imprescindible del nosotros.)

Paz y Bien

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Querido hermano, hace mucho tiempo que leo tus hermosos comentarios del Evangelio y quedo fascinada... Porque yo también soy una buscadora de la verdad, y me parece que todos cómo tú debiéramos centrar nuestra mirada en LA FIGURA DE JESÚS, y en base a ello, actuar... mínimamente cómo Él, Maestro Perfecto...
Gracias por este remanso de agua fresca, yo subo tus comentarios todos los días a mi face...
Puedes encontrarme como: Nora Angela Ottaviano Pasquarelli... Un abrazo fraterno, y que el ESPÍRITU SANTO te siga colmando de sus dones!!!!

Ricardo Guillermo Rosano dijo...

Tus palabras son bendición, querida Nora.
Aquí no hay ningún mérito de quien escribe; es más, a menudo ni cuenta me doy de lo que se vá tejiendo (uno es un mínimo bolígrafo en Sus manos)
Lo valioso es la Palabra y el encuentro con gente como vos, que hace que el corazón crezca y redescubramos a diarios que no estamos solos, que somos familia grande, increíble, maravillosa.
Un abrazo grande en Cristo y María.
Paz y Bien
Ricardo

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