Para el día de hoy (12/09/11):
Evangelio según San Lucas 7, 1-10
(Era un centurión, militar del ejército de ocupación. Seguramente pagano en su religiosidad: a contrario de las prácticas habituales de los romanos, que decidían la suerte de las naciones ocupadas por los caprichos de césares y pretores mediante el uso indiscriminado de la fuerza de sus armas -y cierto antisemitismo militante-, éste centurión quería y respetaba al pueblo que debía someter.
Les había hecho construir una sinagoga, confía en ellos como interlocutores.
Se le ha enfermado su sirviente, el que se encuentra a las puertas de la muerte. La medicina convencional no ha podido hacer nada por el enfermo, y la fama de Jesús no le es desconocida.
Pero aún pudiendo ir personalmente -¿quién se le opondría?- a rogar por su criado, sabe que es un extranjero y un pagano: por eso envía como mensajeros a notables de la comunidad, para que en su nombre supliquen al Galileo.
Más aún: conoce su justa medida -se humilla- y confía en la extraña fuerza que surge de aquel rabbí: no se considera digno de que Jesús se llegue hasta su casa, la Palabra del Maestro será vida para el que agoniza.
Su actitud confiada y humilde es reconocida por Jesús con voz clara y contundente; tanto, que dos milenios después hemos asumido como propia la expresión del centurión, descubriéndonos como indignos de su presencia cada vez que nos reunimos en torno a su mesa.
La fuerza de la Buena Noticia es inconmensurable, no se circunscribe a algunos, no está acotada por esquemas culturales, sociales, políticos y religiosos.
Es vida plena para todos.
Pasarán los que se creen únicos depositarios de la Salvación. Pasarán las torpezas del poder que se afirma en la fuerza de las armas. Pasarán los imperialismos. Pasarán las exclusiones por pertenencia o nacimiento, por religiosidad o funciones.
Lo que queda en pié es la humildad y la compasión, lo que prevalece en este tiempo nuevo es la Misericordia.)
Paz y Bien
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