Para el día de hoy (23/09/11):
Evangelio según San Mateo 9, 18-22
(Estamos allí, junto a Él; más que meros lectores o virtuales espectadores de una situación perdida en el tiempo, el Maestro nos hace también a nosotros la pregunta, esa pregunta que es una cuestión primordial y que definirá nuestra identidad y la totalidad de la existencia.
Surgirán una multiplicidad de opiniones: que es un profeta importante, un sanador inefable, un revolucionario, un Redentor celestial desencarnado, un rostro muy parecido a fotos idealizadas que acotamos a pequeñas estampas, un Dios inaccesible y lejano, un Cristo que sólo encontramos en imágenes de yeso o en la solemnidad de los altares, un Salvador acomodado a nuestras mezquinas necesidades, atado a nuestros estados de ánimo.
O como gustaban de imaginar varios de los discípulos -y muchos de nosotros también- un Mesías del éxito y la victoria que se imponen, un triunfador que arrastra tras de sí a una élite perfectamente delimitada en planes de batalla y conquista.
Sin embargo, es necesario que Él vuelva a imponernos silencio. Y es menester volver a hacernos esa pregunta a diario desde una perspectiva de cruz.
Si hemos de reencontrarnos con el rostro verdadero de Jesús de Nazareth, nuestro hermano y Señor, hemos de volver a reconocer al servidor de todos, al Siervo sufriente, al que no impone ni levanta su voz, al que se sienta a la mesa con quien nadie se sentaría, a ese Cristo maldecido y despreciado, un atrevido que habla de Dios como Papá y que sólo se expresa en el lenguaje del amor y la compasión.
Tenemos una pregunta cotidiana pendiente, y desde un profundo silencio orante podremos responderla...más que con bellos discursos y sesudos sermones, con vidas que expresen humildemente la fé en el Crucificado que ha Resucitado)
Paz y Bien
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