Mixtura de tiempo y cielo

Para el día de hoy (03/09/11):
Evangelio según San Lucas 6, 1-5


(A primera vista, y en varias ocasiones, Jesús puede aparentarse como un consumado transgresor, con una especial pericia en sacar de quicio a fariseos, escribas y saduceos. Y en el fondo, muchos de nosotros -en parte- lo amamos por ello: la carga que los profesionales de la religión de ayer y hoy han impuesto en tantas espaldas nos sigue doliendo.
Sin embargo, todo reduccionismo es torpe y necio.

En Jesús se conjugan de una vez y para siempre lo finito y lo infinito, lo temporal y lo eterno, lo sagrado y lo profano, lo humano y lo divino.
Jesús -hombre y Dios- fué y será siempre escandaloso: ha venido a decir que la fé no es la adhesión a un corpus doctrinario y ritual, sino antes bien unirse y seguir a Alguien.
El ámbito de lo sagrado no está delimitado por los templos en donde se le rinde un culto a un dios lejano, de acceso imposible, al que se le piden favores a través de terceros. Toda la tierra se ha vuelto sagrada, y lo santo resplandece especialmente en la vida humana: el templo primero es el templo vivo y palpitante de cada existencia humana.

Siempre los buscadores serán mirados con especial afecto por un Dios que se revela como Padre y Madre...Sin embargo, este Dios no juega a las escondidas cultuales, sino es un Dios extraño y cercano, que sale Él mismo al encuentro del hombre, un Dios que se impacienta cuando sus hijas e hijos no tienen sustento, cuando algunos quieren justificar la miseria y el hambre.

No es sagrado ni santo subordinar vidas a sábados y preceptos: por el contrario, toda cuestión religiosa que es muro erigido para separar a los hermanos entre sí e imponer ignotas tarifas de acceso a Dios, está muy, muy lejos de esas entrañas de Misericordia de Abbá Padre de Jesús y Padre Nuestro.

Dios ha entrado en la historia humana, haciéndose un hombre pobre, un Niño frágil en brazos de su Madre. No se ha alejado, no compite ni es rival del hombre.
En Jesús se funden con música de para siempre el tiempo y el cielo, y es un signo inefable de que Dios nos ama, y de que toda vida es sagrada, única, irrepetible)

Paz y Bien

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