Una dudosa legalidad

Para el día de hoy (18/09/11):
Evangelio según San Mateo 20, 1-16

(A través del tiempo, nos hemos dibujado ciertas imágenes de un Jesús acicalado con ornamentos celestiales, un Cristo muy conveniente a nuestros estados de ánimos o, con mayor frecuencia, adaptado a nuestros preconceptos e ideas.
Y desde allí, anunciamos a un ídolo hecho a medida de vagas necesidades y prejuicios, un tótem cruel de pagos y premios, de méritos y castigos, un dios menor para unos pocos y condena de muchos.

Pero ése no es el Dios de Jesús de Nazareth, Abbá que Él nos anunciaba con mansedumbre y valor, tejiendo ternura y coraje y sin preocuparse demasiado acerca de lo que de Él pudieran decir.
Más aún, el modo y el tenor de Su palabra irritaba a muchos, al punto de desatar en almas mezquinas violentas respuestas: este rabbí nazareno se atreve a cuestionar a la élite farisea esa idea de un Dios cuya presencia se acota al Templo y al que sólo se accede en el cumplimiento puntilloso de la ley.

El Dios que anuncia Jesús tiene un accionar de dudosa legalidad: ese galileo es un irreverente que afirma sin vacilar que a su Padre se lo puede encontrar en cada instante de la existencia, en la naturaleza, en el cosmos, urdiendo la vida junto a mujeres y hombres a través de la historia.
Un Dios que se desvive por todas sus hijas e hijos, que le place llamar a los primeros sitios a los pobres y a los perdidos, un Dios compañero que se anima a la fiesta cuando el que trabaja gana su sustento y es respetado en su dignidad única, un Dios cuyos senderos van a contramano de envidiosos, egoístas y soberbios.

Un Dios cuya única ley es el amor y cuya justicia -mal que nos pese a unos cuantos- es la Misericordia, flor primera y fragante de la Gracia.

¿Cómo anunciaremos al Dios de Jesús?
Quizás -sólo quizás- empeñando estas escasas existencias terrenales que somos en procurar, mansa y humildemente, que los últimos, los que nadie quiere, los que todos olvidan, los ninguneados y sometidos estén en los primeros lugares y allí, en la plenitud, podamos reunirnos todos en torno a su mesa grande en el aquí y ahora que es donde se nos crece la eternidad)

Paz y Bien


1 comentarios:

Marian dijo...

Muy buena reflexión.Anunciar a Dios desde la
humildad, desde los que nadie quiere... ¡Gracias Ricardo!¡Muchas gracias!
Dios te bendiga!!!
Feliz día del Señor.

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