Para el día de hoy (23/07/11):
Evangelio según San Mateo 13, 24-30
(La humildad es la verdad -expresaba con certeza Santa Teresa de Ávila-: desde esa afirmación, se nos hace imperioso volvernos humildes, es decir, veraces, es decir, cada vez más libres.
¿Por dónde comenzar?
Quizás y ante todo, sanándonos de esa torpeza que solemos cometer y que es mirar con ojos cambiados la realidad externa a nuestro corazón, a la inversa de cómo solemos mirarnos y vernos en nuestra integridad.
No es fácil, claro está, e involucra muchas cuestiones físicas, psicológicas y especialmente, actitudes espirituales, esas que se enraizan en el alma.
Quien no es entero con todos sus ámbitos, no es...
Por ello, el Maestro nos anima a tener corazones trigales, espigas capaces de saber que el sol y la lluvia vienen generosos sobre los sembradíos que se convertirán en panes buenos como también sobre pantanos maliciosos y cizañas que ningún fruto dan. A todos les llega la lluvia buena y el sol de la vida, a todos sin excepción.
Y hasta puede sucedernos que en la medida en que nos vamos creciendo en esa verdad, en esa humildad, habremos de detectar que en estas pequeñas parcelas de tierra fértil que somos cada uno de nosotros se nos crece el trigo conjuntamente con esas cizañas que tanto detestamos y que solemos descubrir con rapidez en campos ajenos.
Pero el Dueño del campo es sembrador paciente, muy paciente, que sabe las virtudes y la fuerza de la semilla bondadosamente esparcida, y sabe de las fragilidades del trigo. Tiene bien en claro que el trigo no crece mejor cuando se le tironean las raíces de los yuyos malos; cuando se opta por el arrancar de cuajo esa cizaña descubierta, el trigo corre el riesgo de morirse, sus raíces están muy entrelazadas con las de aquello que no fructifica y carece de destino.
En medio de climas hostiles y ponzoñas que se nos entretejen en la misma raíz, tenemos la seguridad infinita de que el trigo ha de prevalecer, de que más temprano que tarde habrá pan bueno, pan santo, pan que se parte, comparte y reparte y alcanza para todos y más.
El Reino, en apariencia pequeño y frágil, crece tenaz y seguro en esta tierra andante que somos y también en otros terrenos insospechados, en donde menos lo imaginamos, en donde -desechando la misericordia- juzgamos de antemano que sólo cizañas se vienen elevando.
En esa maravilla se nos crece también la esperanza, nos florece la paciencia y nos asoma con brotes persistentes la compasión)
Paz y Bien
Las viejas heridas
Hace 3 horas.
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