Una puerta que se cierra, un abismo que se abre

Para el día de hoy (04/03/10)
Evangelio según San Lucas 16, 19-31

(El Maestro se vale de las parábolas para enseñar, impulsando el pensar y la reflexión; desde realidades cotidianas, visibles, quiere llevar a quienes lo escuchen a descubrir las huellas invisibles y eternas de ese Dios que nos busca y quiere nuestro bien.

En la parábola de hoy Jesús nos presenta a los fariseos y a todos nosotros a dos personajes disímiles, que de tan distintos se vuelven signos y nos invitan a la reflexión.

Un hombre rico que se vestía con grandes lujos y que día a día celebraba fastuosos banquetes; sin embargo, en el umbral de su casa, detrás de su puerta languidecía cubierto de llagas un mendigo.
El mendigo es la imagen de la exclusión total: impuro por sus llagas, indefenso por su pobreza, desplazado por el destrato, sólo esperaba las migajas que caían de la mesa del banquete.
Hasta esto le era negado; sólo los perros se acercaban a lamer sus llagas.

Por un lado, el rico en esta parábola no tiene nombre: la carencia de nombre es símbolo de deshumanización.
Por otro lado, sólo el pobre es identificado: su nombre es Lázaro -Dios ayuda-; es un nadie, un ignorado por el mundo pero cabal y expresamente identificado por Dios.
Busca ayuda -aunque más no sea unas migajas- de parte del rico; más sólo encuentra una puerta cerrada.

Esa puerta cerrada abre un abismo que separa la condenación de la Salvación.

Es el abismo que en aquellos y en estos días abre la soberbia y el egoísmo.
Es el abismo de no reconocer al hermano.

Y la condena -expresada en la parábola luego de la muerte de ambos- proviene no de un dios juez, fiscal, jurado y verdugo; Dios es Misericordia.
La condena es consecuencia de la negación del amor, de hacer posible la solidaridad.

En estas pobres líneas hay una invitación a preguntarse -en este tiempo de desierto, oración y conversión- si nos hemos vuelto herméticos y cerrados a la necesidad del otro, si nuestra vida es un contínuo banquete de celebraciones egoístas que niegan al prójimo como hermano e hijo, como nosotros, del mismo Padre.

Quizás sea tiempo de preguntarse acerca de esos abismos que a veces adoptamos de un mundo que propugna el individualismo y el cerrar la puerta del corazón al otro.
Y preguntarnos también porqué ese Dios Padre y Madre, que quiere la Salvación de todos, toma partido decididamente por los pobres y excluídos.

No es una cuestión de ideologización ni de doctrinas: es una simple cuestión de decidir si seguimos los pasos del Maestro y buscamos al otro en su necesidad y en su identidad)

Paz y Bien

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Hola, un placer conocer tu blog :)

Dios te bendiga.

Raquel.

Ricardo Guillermo Rosano dijo...

Hola, Raquel! Bienvenida, y es también para mí un gusto conocer tu blog (se trata siempre de ir ampliando nuestras pequeñas redes de vida9
Un saludo fraterno.
Paz y Bien
Ricardo

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