Para el día de hoy (10/03/10)
Evangelio según San Mateo 5, 17-19
(Hay una línea ininterrumpida que atraviesa la historia desde Abrahám, el viejo pastor de Ur, hasta nuestros días.
El Dios de Isaac, el Dios de Jacob, el Dios de Moisés.
El Dios que guiaba a su pueblo por el desierto.
El Dios que hablaba de justicia y conversión a través de los profetas, y que permanentemente recordaba a los suyos -a pesar de sus pecados, de sus traiciones, de su desesperanza- que Él nunca se olvidaba de ellos, que Él mismo iría a su rescate.
El mismo Dios de nuestros padres, Abbá Padre de Jesús y Padre tuyo, mío, nuestro...
Desde el Maestro todo se recrea, se vuelve una nueva creación.
El cosmos y la humanidad recobran el significado amoroso del acto creativo permanente de su Padre.
Por eso, nada nos es ajeno.
Así, la Ley y los profetas -que quizás atribuímos exclusivamente al pueblo de Israel- nos involucran en esta magnífica historia de la Salvación.
El Maestro no vino a abolirlas: vino para que adquirieran su significado más profundo y trascendente. Ese significado sólo puede aceptarse desde el interior y con los ojos de justicia del Reino.
Ese Reino que está creciendo, aquí y ahora entre nosotros, y que debemos hacer presente viviendo y haciendo vivir la plenitud de la Ley y los profetas: amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a nosotros mismos.
Hemos recorrido un largo camino, miles de años, y la mano misericordiosa de Dios nos sigue guiando aún cuando nos podamos caer, tropezar, perdernos o ir en sentido contrario.
Es un buen tiempo para reencontrarnos con quienes nos han precedido y cuyas huellas van orientando nuestros pasos hasta Jesús, nuestra salvación)
Paz y Bien
El Dios de nuestros padres
Contenidos:
Cuaresma 2010,
Evangelio para cada día
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
2 comentarios:
Hermano que belleza, mira yo cómo buen "turco" llevo en la sangre esta llamada, pero cada día que pasa y me voy poniendo viejo se me acrecienta en el corazón y me hierbe en las venas ese "llamado de la tierra", quiero acrecentar ese paso peregrino que me lleva hacia el misericordioso; ese anhelo de eternidad que me habla al corazón de soledad y desierto, de caravanas y silencio gracias por hablarnos de esto y hacer que creamos en que caminamos tras el arameo peregrino y en sus huellas nuestros pasos.
Gracias a vos, fr. Claudio, por tus palabras fraternas y tu testimonio de peregrino incansable.
Sigamos adelante al encuentro de Dios, de ese Jesús cuyo rostro encontramos en el más pobre.
Un abrazo grande.
Paz y Bien
Ricardo
Publicar un comentario