Para el día de hoy (24/02/10)
Evangelio según San Lucas 11, 29-32
(Los signos -señales- son medios que nos orientan hacia un lugar determinado.
Y esa es la clave: medios. Aunque sean increíbles y milagrosos -la curación de leprosos, la liberación de endemoniados, la multiplicación de panes y peces- son señales de algo más grande aún, la bondad y la misericordia de Dios.
Nos señalan que el Reino de Dios está ya, aquí y ahora, entre nosotros.
Los problemas comienzan cuando las señales son tomadas como fines en sí mismos y se anteponen como condicionales; las señales son eficaces siempre y cuando haya antes un corazón dispuesto a aceptar lo que se encuentra en el extremo de la línea trazada.
Los signos de la predicación del Maestro conducen a que descubramos la Misericordia de Dios y a su Reino presente entre nosotros; la Salvación nos visita y se queda por siempre.
Sin embargo, parece que los signos no son suficientes, ni en los tiempos de su enseñanza... ni ahora tampoco. En especial, parecería que especialmente a nosotros mismos no nos alcanzan.
Jesús arremete contra todo eso, ayer y hoy: a esta generación que exige signos, sólo se le dará el signo de Jonás.
Jonás permaneció tres días en el vientre de la ballena, como muerto.
Librado de las fauces del pez, predicó en Nínive -la gran capital del imperio asirio- y los ninivitas se arrepintieron de sus maldades y se convirtieron.
Unos gentiles, unos impuros -es más, enemigos tradicionales de Israel- supieron descubrir en el signo de Jonás -el seguir vivo- a un Dios misericordioso y compasivo.
Y Jesús es algo más que Jonás: tres días en las fauces de la muerte, y emergerá con vida, resucitando.
El gran signo es la Resurrección de Jesús: la muerte no tiene la última palabra.
Es tiempo de Cuaresma, tiempo de desierto y conversión: habrá entonces que volver a descubrir en nosotros esos signos silenciosos e increíbles de la misericordia y compasión de Dios para con nosotros.
Esa misericordia que llama y conduce a la conversión a todos -no a unos pocos elegidos-... Hay que mirarse y ver si somos capaces de aceptar la conversión de aquellos a quienes no los consideramos pasibles de penitencia y metanoia.
Y también, pensarnos nosotros mismos signos: signos, como Jonás, de la vida que persiste por más grande que parezca la amenaza de la muerte.
Signos y testigos del Resucitado.
Que Dios Misericordioso y Compasivo nos ilumine)
Paz y Bien
Las viejas heridas
Hace 4 horas.
2 comentarios:
¡Excelente, muy útil! Un abazo.
Una fructífera Cuaresma para vos y tu comunidad, padre José Luis.
Un abrazo
Paz y Bien
Ricardo
Publicar un comentario