Para el día de hoy (11/02/10)
Evangelio según San Marcos 7, 24-30
(Jesús deja Galilea, en busca de quietud y descanso para Él y sus discípulos, de la tranquilidad necesaria para la oración y la reflexión.
Pero es dable suponer que también deja la tierra de Israel pues los suyos lo rechazaron, y parte hacia tierra de paganos, de gentiles, a la región de Tiro.
Sin embargo, su fama lo seguía precediendo y allí tampoco podía encontrar un momento de descanso.
Entra en una casa con la intención de pasar inadvertido; sabiendo que Jesús estaba allí se presenta ella.
Ella es la marginación por excelencia: primero, marginada por ser mujer; segundo, impura a causa de la enfermedad de su hija; tercero, por ser pagana; y cuarto, por ser siro-fenicia, enemigos tradicionales de Israel y, a la vez, gentiles.
Nada a su favor.
Aún así, confía en ese hombre del que había oído hablar. Cree en Él. Y con una humildad que estremece -más todavía viniendo de ella en su situación- se arroja a sus pies y le ruega a Jesús que libere a su hija del demonio que la poseía.
Pero, a contrario de lo que se espera, hay una respuesta abrupta por parte de Jesús: Él se reconocía en la misión de rescatar a las ovejas perdidas de Israel. Por eso su respuesta: -Deja que coman primero los hijos. No está bien quitarles el pan a los hijos para echárselo a los perritos-.
Viene por el pueblo Elegido, los hijos son los hijos de Israel... Y los perritos, los gentiles y paganos ajenos al pueblo santo.
Pero la fé y el amor todo lo pueden, y ella no se arredra; antes bien, insiste con una delicadeza inusitada: sabe que primero han de comer los hijos...pero de las migajas que caen de la mesa se alimentan los perritos.
Y sucede el milagro por la fé de esa mujer y por el corazón de Jesús, ese corazón que sabemos sagrado.
El Maestro descubre la ternura y bondad de su Padre -que es el nuestro- en las palabras y los gestos de la mujer siro-fenicia: la Buena Noticia del amor del Padre no ha de tener ningún tipo de restricción social, religiosa, racial, ideológica.
La Salvación se regala gratuitamente -¡Gracia!- a toda la humanidad... y parece que en el banquete de la vida hay ciertos asientos preferenciales para los pobres y los marginados.
Lo que imaginamos como migajas que dejan caer unos pocos elegidos, en realidad son el pan bendito del milagro, el pan que alimenta multitudes y, cuando éstas se sacian, aún quedan muchas canastas llenas para los que no han llegado todavía.
Los marginados están especialmente llamados al gran banquete de la vida plena, y hay que dar aviso y prepara la mesa.
En la cabecera está el Señor)
Paz y Bien
Las migajas de los marginados
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2 comentarios:
Así es. Qué alegría pensar que los pobre, los marginados, los enfermos, tienen un lugar preferencial en ese banquete.
En el mensaje del Papa con motivo de la jornada del enfermo, se recuerdan unas palabras que los padres conciliares dirigieron a los que sufren al final del concilio Vaticano II: “Vosotros que sentís más el peso de la cruz, vosotros que lloráis, vosotros los desconocidos del dolor, tened ánimo: vosotros sois los preferidos del reino de Dios, el reino de la esperanza, de la bondad y de la vida; vosotros sois los hermanos de Cristo sufriente y con él, si queréis, salváis al mundo”.
Sí, a mí siempre me ha impresionado esa invitación a salvar al mundo desde el dolor, cargando la cruz. Emociona y a la vez cuestiona, invita a la reflexión y a la conversión.
Gracias por tus palabras.
Un abrazo en Cristo y María.
Paz y Bien
Ricardo
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