El desconcierto de la corrupción y el poder

Para el día de hoy (05/02/10)
Evangelio según San Marcos 6, 14-29

(Herodes no era un rey con todo lo que el título implica; era tetrarca de Galilea, a la que gobernaba a su antojo y capricho, pero estaba subordinado a las órdenes del Imperio Romano.
Su poder se sustentaba en los dictados de Roma.

Aún así, este reyezuelo tenía un apetito voraz por el poder, hacía y deshacía cuanto quería y no rendía cuentas a nadie, siempre y cuando diera el debido tributo a sus amos.

Nos dice la Palabra que Herodes a la vez lo aborrecía y le tenía temor; la voz de Juan era diáfana e incuestionable -pues es imposible escindir el mensaje del mensajero que lo porta-
Y el mensaje de Juan es ético, es ser-en-el-mundo de acuerdo a Dios, preparando el camino de Aquél que el pueblo esperaba, abriendo el sendero y los oídos para la Buena Noticia.

Herodes estaba también estupefacto, y no es para menos: es el desconcierto de quien, creyendo sólo en sí mismo y en su poder omnímodo y desmedido, no puede ni quiere aceptar ni entender la irrupción de Dios en la historia del hombre.

En una cena, en el cumpleaños del mismo tetrarca, estando reunidos magnates, tribunos romanos y notables de Galilea, se decide impunemente la muerte de Juan.
Pensar que se trata sólo de que Herodes no quería romper la palabra que había empeñado con la hija de Herodías es minimizar el hecho, es reducir el espanto a una anécdota menor.

Es cena de poderosos, es orgía de impunidad, es exhaltación del erotismo -representado en una danza- en desmedro del amor, es justificar por el "que dirán" la supresión de quien es molesto y peligroso, sin ningún derecho a proceso ni a defensa.

La espada que decapita a Juan es símbolo de quienes cortan toda posibilidad de conversión, y de vivir de acuerdo al Dios de la justicia y el derecho...

El Dios que es la justicia y el derecho porque es Amor.

Y el desconcierto herodiano -y de sus sucesores de aquél y de éste entonces- es mayor aún con el Maestro.

Sus súbditos esperaban un Mesías glorioso y guerrero que liberara al pueblo de Israel de la opresión de todos sus enemigos.
Y este galileo no encajaba en ninguno de sus moldes, y sin embargo... era igual o más peligroso que Juan.
De su Palabra surgía como un torrente la liberación y la vida.

Hay que examinarse corazón adentro; la entereza y la fidelidad de Juan no deben sernos ajenas, su voz clara y precisa llamando a la vida y a la conversión no debe silenciarse.
Hay que ir abriendo caminos para la vida de la Gracia, aún cuando implique nutridos peligros, injusticias y hasta la muerte misma.

El que viene con Palabras de Vida Eterna, bien lo vale)

Paz y Bien

2 comentarios:

Salvador Pérez Alayón dijo...

Todas las cosas son colocadas en su sitio con el paso del tiempo, porque la Verdad no se puede esconder y siempre sale a relucir y a dar testimonio de lo que realmente es, la Verdad.

Hoy, después de muchos siglos, la historia y los creyentes hablan y enaltecen a Juan y a Santa Agueda, dos martíres que dieron su vida por defender la Verdad.

No nos acordamos de sus verdugos, y Herodes pasa por debajo de la puerta, sólo es citado como elemento y parte de una historia. Lo que prevalece, se recuerda, se admira, da ejemplo y testimonio es la Verdad que Juan defendía, al igual que Santa Agueda.

Un gran abrazo en XTO.JESÚS.

Ricardo Guillermo Rosano dijo...

Exacto: lo verdaderamente importante es positivo, es la afirmación en el testimonio de la verdad hasta las últimas consecuencias, y nó la sangre, y nó los verdugos.
Un abrazo en Cristo y María
Paz y Bien
Ricardo

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