El Adviento es horizonte, meta que se entreve a lo lejos y que nos anima el andar.
Un horizonte que se nos vá dibujando en el cielo límpido de la Misericordia.
Se nos tiene que encender justiciera y mansa nuestra esperanza.
Una estrella amiga nos susurra que en el bienaventurado y sospechoso embarazo de una muchachita judía están todas las repuestas, y mejor aún, las preguntas que nunca nos atrevimos a hacer/nos.
Imperceptible al comienzo y sin embargo creciente, a medida que nos acercamos vamos escuchando una música que nos estremece, y el corazón nos baila, y enronquecemos de tan fuertes que son las ganas de cantar que nos ensanchan el pecho.
-parece que en ese horizonte hay una urdimbre extraña, tejida por Dios y la humanidad. Conjunción de Dios y pañales, de eternidad y leche, de infinito y bebé acunado en brazos de su Madre-
Es claro que ese horizonte es ilusorio para mentes serias, racionales y adultas.
Es cosa de niños: depositamos nuestras esperanzas en esa ignota muchacha de pueblo escondido, sabiendo que en sus entrañas viene creciéndonos la Salvación.
Sin dudas, es un tiempo extraño: es tiempo de Dios y también tiempo del hombre, era en la que el Creador decide hacerse creatura, frágil, anónimo, débil, poco glorioso a nuestras medidas.
Si esto que llamamos Adviento es peregrinar, tal vez sea también tiempo de desandar los pasos inciertos de aferrarnos a lo que Él no ha elegido.
Porque la Salvación es don de Dios que viene desde un Niño, por ternura de mujer, y deliberada y abiertamente elige a los pobres e indefensos para manifestarse.
Por ello mismo ya se han puesto en camino los innominados pastores de todos los tiempos, temerosos y confiados, yendo al encuentro de esa vida que se les ofrece especialmente a ellos, que florece entre ellos y que amanece toda la historia desde ellos.
Habrá que animarse a caminar con ellos para que la alegría no tenga fin.
Paz y Bien
Ricardo
Sólo estár....
Hace 1 hora.
2 comentarios:
Sí, Ricardo, es tiempo de esperanza y de preguntarnos si estamos dispuestos a vaciarnos de lo caduco para llenarnos de lo eterno, del verdadero tesoro que es el amor que prende en el pesebre.
Sólo siendo humilde, como ellos, podemos también hacer de nuestro corazón un pesebre de amor y eternidad.
Un fuerte abrazo en XTO.JESÚS.
Hay que saber limpiar el patio, decía mi maravilloso abuelo, y así sea querido hermano, que este camino sea el vaciarse de lo superfluo, de lo que perece para poder decir sí! con todo
nuestro ser.
Un abrazo en Cristo y María
Paz y Bien
Ricardo
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