Desde el perdón y la reconciliación


Para el día de hoy (08/11/10):
Evangelio según San Lucas 17, 1-6

(El Maestro nos enseña rasgos fundamentales de esa comunidad que construimos con Él, y que llamamos Iglesia.
Ante todo, el cuidado y la preocupación por el otro. Ese cuidado implica, como primer medida, expresar de modo concreto y explícito que la vida de mi hermano, de mi prójimo, es importante para mí, aún más importante que mi propia vida.
Jesús vá más allá, y sus palabras tienen el filo de una espada: si bien los escándalos pueden llegar a ser inevitables -y en su raíz griega escándalo significa literalmente obstáculo o piedra de tropiezo, skandalon- hemos de andar con cuidado para no volvernos causa de tropiezo de los pequeños.
Esos pequeños, los más débiles, los excluidos, los pobres con los que Él se identificaba plenamente; de allí la mención a que es preferible ponerse una pesada piedra al cuello y arrojarse al mar. No se trata de castigo, sino más bien que en cada pequeño está Él: quien les haga daño, quien los haga tropezar le hace daño a Él -y no precisamente en sentido figurado-.

Y así como un distingo primordial es el cuidado y la preocupación por el otro, también la comunidad se edifica desde el perdón y la reconciliación, expresiones de la Gracia y la Misericordia del Padre.
Ser mujeres y hombres de perdón y reconciliación quizás signifique mirar al mundo con los ojos de Dios. Es una cuestión de fé que sana y salva, y hace un nuevo mundo porque descubro al otro como a mi hermano, con una trascendencia y una ligazón muchísimo más profunda que la traída por los lazos sanguíneos.

Perdón y reconciliación, cuidado del otro y corrección fraterna hacen recintos nuevos de justicia, espacios de libertad en donde sucede el Reino)

Paz y Bien

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