Para el día de hoy (04/11/10):
Evangelio según San Lucas 15, 1-10
(Hay un signo común entre la oveja perdida y la moneda extraviada: ninguna de ellas puede volver por sí misma a su lugar de origen, una al rebaño, otra al cofre o tesoro.
Pero esta característica compartida a su vez desata reacciones increíbles. El pastor -sabiendo que la oveja es incapaz de volver al rebaño- arriesga a las otras noventa y nueve con tal de recuperar a la perdida. La mujer -por esa dracma faltante- es capaz de despertar a toda la familia y en plena madrugada, poner patas arriba la casa con tal de recuperar la moneda; no cuenta que tenga otras nueve, importa que hay una que está faltando.
Tal vez -sólo tal vez- haya allí otro signo y otro símbolo: los que se han perdido tienen un valor inconmensurable para ese Dios que sale personalmente a buscarlos, como un Padre Pastor bueno que es capaz de todo por cada una de sus ovejas, como una Madre de familia haciendo lo indecible para reencontrar a sus monedas extraviadas.
Porque somos ovejas -aún cuando nos perdemos- de un rebaño infinito de puro eterno, porque somos monedas buenas que tenemos corazón adentro acuñada su imagen y su semejanza.
Y hay más, mucho más, siempre hay más: como si no bastara hacer cosas maravillosas -y por eso mismo, a menudo incomprensibles a nuestros ojos meticulosos-, hay una invitación clara y evidente hacia los demás. Es tal la alegría de Aquél que ha cumplido su misión de rescate, que no se guarda para sí su satisfacción, sino que se desborda de felicidad compartiendo con el otro.
El regreso del perdido -vos y yo, ella y él, ellos, todos nosotros- debe ser motivo de fiesta.
Siempre habrá una mesa preparada con el pan abundante que no se termina y en donde la vida se celebra y se recrea)
Paz y Bien
Las viejas heridas
Hace 5 horas.
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