Para el día de hoy (15/11/10):
Evangelio según San Lucas 18, 35-43
(A un lado del camino, apartado de la vida, excluido de caminar con los demás, se entera que pasa Jesús. Y lo llama, y le suplica compasión, lo reconoce como Mesías.
Su grito es molestia para muchos que intentan acallarlo, como se quiere silenciar los clamores de tantos hoy, ahora mismo, los gritos de los pobres, los enfermos, los inmigrantes, los desterrados de toda justicia, gritos incómodos que crecen y crecerán a medida que más se intente un cómodo silencio.
El grito de ese hombre ciego es fuerte pues nace de las entrañas de su fé.
Es el grito mayor que clama desde la esperanza, es oración pura.
Y el Maestro, a esos mismos que trataban infructuosamente de quitar de en medio a ese molesto mendigo, ahora son mandados a llevarlo a Su presencia.
Alto ahí: especulemos un poco -en ese sentido primordial de espejarse, speculum-; debemos permitir que esos gritos que nos molestan crezcan, que sean ensordecedores para muchos, pues tenemos la tarea santa de llevar a la presencia de Jesús al imposibilitado de ir por sí mismo...
Pero el grito no basta: el grito es fuerte cuando se sabe bien porqué se grita, y es mayor cuando se tiene fé y no se abdica en la esperanza.
Por ello la pregunta del Maestro -¿qué quieres que te haga?-
Vidas orantes, don y misterio, signo y profecía: la fé expresada en una vida orante es la puerta que se abre para que el Espíritu transforma la existencia.
Cuando el Maestro pasa por la vida -y pasa en la vida diaria, esa de la que renegamos masticando la rutina- todo cobra nuevo sentido, sanamos y crece la alegría perdida que se expresa en alabanza compartida.
Quiera Dios que nos volvamos compañeros de tantas hermanas y hermanos nuestros que gritan su dolor y sus pesares. Que esos gritos no sean acallados, que esos clamores crezcan y se vuelvan sinfonías de fé que destierren todo rumor de muerte.
Así sea, Maestro y hermano nuestro)
Paz y Bien
Las viejas heridas
Hace 4 horas.
0 comentarios:
Publicar un comentario