Con la confianza de Dios puesta en nosotros

Tercer Domingo de Pascua

Para el día de hoy (18/04/10)
Evangelio según San Juan 21, 1-19

(Luego de la Pasión, los discípulos estaban entristecidos y temerosos.
En parte, por los hechos de dolor que habían vivido, por haberse quedado solos. Pero especialmente también, porque Judas no fué el único que quebró la confianza de Jesús.

Porque Judas lo había vendido por monedas, porque Pedro lo había negado decididamente tres veces, porque los otros discípulos -ante la inminencia de su arresto y su juicio- corrieron a esconderse asustadísimos, y dejaron a su Maestro enfrentando a sus enemigos y a su Pasión en plena soledad.

Sin duda, lo amaban, pero su fé aún había de madurar; María de Magdala les había contado que Jesús estaba vivo y ellos, atados a viejas ideas, estaban temerosos de que Él regresara a cobrarse deudas, que volviera a vengarse de sus traiciones.

Ellos, con todo lo que habían vivido, seguían atados a lo viejo, a lo pasado; Jesús había muerto y el Reino que les había presentado era sólo una bella idea que quedaba en el pasado de un tiempo mejor que el presente.
Por eso vuelven al oficio viejo, vuelven a ser pescadores galileos, ya no tienen demasiado interés en ser pescadores de hombres como el Maestro les había enseñado.

Están en la barca, y todo es oscuro y ni un pececito pueden obtener; es la noche estéril de cuando Jesús está ausente.

Sin embargo, escuchan una voz desde la orilla que les manda echar nuevamente las redes.
Como pescadores experimentados, era una locura: si toda la noche había sido en vano, para qué?. Pero son hombres de fé también, y aún con incertidumbre, lanzan las redes... y sucede lo impensado:
la quilla expresa su descontento por el sobrepeso, la barca casi se hunde de la cantidad de peces que han recogido.

Uno de ellos, el discípulo amado, se dá cuenta: el Señor está en la orilla!.
Las redes desbordan de peces, pero no se rompen ni se hunde la barca.

El Señor los espera en tierra con la comida lista: un pez sobre las brasas encendidas y pan. Él reparte el pan, y les manda agregar frutos de la pesca al fuego encendido.

En la tarea de dar de comer a los hermanos estará siempre haciéndose presente el Maestro, pero ahora está expresamente encomendada a sus amigos.
Sucederá el milagro de la Eucaristía cada vez que sus amigos se reúnan en su nombre y en su memoria a partir y compartir el Pan Bendito. Y sucederá el milagro de la solidaridad cuando sus amigos se hagan cargo del hambre que aqueja a tantos, haciéndolo propio, convirtiendo la necesidad del otro en propia y prioritaria.

Satisfechos por el sustento y colmados por la presencia del Resucitado, nada podrá con los discípulos.

Y hay un apartado especial, un momento muy personal que sucede entre Pedro y Jesús.
Por tres veces Jesús le pregunta a Pedro -¿Me amas?- -¿Me quieres?-
Pero es más una afirmación que un quitarse toda duda por parte del Maestro.

Pedro, aquel pescador impetuoso que con la rapidez del canto del gallo lo había negado, es llamado a llevar paz a las ovejas del Buen Pastor, a cuidarlas y protegerlas...El mismo Pedro que lo ha negado a conciencia, el mismo Pedro que quiere quedarse cómodamente instalado cuando Jesús se transfigura en el Tabor, el mismo Pedro de tantas idas y vueltas y vacilaciones de los primeros tiempos.

Nada será igual, ha sido vencida la muerte y es el destierro definitivo de los imposibles.
Es el tiempo de la Gracia y la Misericordia.
Abbá Dios construye comunidad, familia, Iglesia desde su infinito Amor, con su corazón puesto en esa increíble y maravillosa que deposita en todos y cada uno de nosotros, pedro, tomases y magdalenas.

Él construye, Él hace fructuosa la pesca e invita al hombre a la tarea de dar de comer a sus hermanos y edificar la paz del Reino.

Es tal esa confianza puesta en nosotros que no importa el pasado, no importan las traiciones, no importan los pecados, no importa una historia de miserias y quebrantos.

Sólo importa el amor)

Paz y Bien



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