Vender a un amigo







Miércoles Santo

Para el día de hoy (12/04/17): 

Evangelio según San Mateo 26, 14-25





La escena es bien conocida, y quizás por ello, por tantas repeticiones, se nos puede pasar por alto lo obvio, lo nítido: es Judas Iscariote quien sale a la noche y se aleja del Maestro, es él quien se dirige al Sanedrín, es él quien pacta entregarlo por treinta monedas de plata, es él quien busca la mejor ocasión para entregarlo a sus captores.

No hay coacción ni condicionantes, sólo su libertad, la libertad que utiliza para internarse en una perdición sin retorno. 

Judas se dirige a los Sumos Sacerdotes -los jefes religiosos de Israel- no tanto como los enemigos por autonomasia de Jesús de Nazareth, sino porque ellos representan la ortodoxia, la estabilidad de lo viejo frente a los riesgos de la absoluta novedad del Evangelio, la falsa seguridad de ciertas tradiciones que son traiciones. 
Judas vá hacia ellos, en parte, porque expresan la racionalidad de una religiosidad inamovible frente a la locura vital y creciente de Cristo, porque el amor siempre desestabilizará los desórdenes instaurados.

Los sacerdotes resuelven darle treinta monedas de plata.

Treinta monedas es el valor que se impuso como salario a Zacarías, el pastor profeta que hablaba en nombre de Dios, como si la profecía tuviera una tasación mensurable.
Treinta monedas es el valor que debe pagarse como indemnización si se hiere o mata a un esclavo, el ser humano valuado como una cosa, una propiedad.

Sin embargo, sea cual fuere el fundamento esconde un profundo desprecio hacia el rabbí humilde y pobre de Nazareth, y el fanático apego a los reglamentos aún cuando éstos justifiquen la muerte y la injusticia.

Terrible y contradictoria escena. El Maestro sabe que uno de los suyos lo vá a entregar, y a pesar de ello no quebranta su fidelidad ni reniega de su amistad: se incuba una traición que en breve será consumada, pero Él tenazmente persiste en brindar su mano salvadora.

Los otros discípulos se apenan al saber lo que acontecerá y que el Señor les anuncia, sin darse cuenta que ellos mismos, al no comprender ni aceptar el rostro mesiánico de Servidor Sufriente, de cruz como amor mayor, ellos también a su modo traicionan la confianza de ese amigo que también es su Dios.

Quizás la traición de Judas pueda condensarse en lo terrible que es vender a un amigo. El amor de Dios no se compra ni vende, y con todas las treinta monedas que solemos aceptar, se sigue brindando a nosotros generoso y abundante por nuestra salvación.   

Paz y Bien

2 comentarios:

camino dijo...

Gracias, por su reflexión, con el titulo del tema ya me habla Perdón señor. Gracias.

Ricardo Guillermo Rosano dijo...

Que Dios sea con usted, y que la cruz le brinde su luz

Paz y Bien

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