El perfume de Cristo








Lunes Santo

Para el día de hoy (10/04/17): 

Evangelio según San Juan 12, 1-11



El peligro se puede respirar en el ambiente, y tal vez la lógica indique buscar zonas más tranquilas o, al menos, que entrañen menos riesgos ante ese odio espeso que promulga muerte y desprecio. Sin embargo el Maestro no se escapará, y la Pasión será ante todo consecuencia de su entrega y su libertad antes que eficacia de la voracidad de sus enemigos.

Así, seis días antes de la Pascua se dirige a Betania, que está a unos tres kilómetros de Jerusalem: aún para los parámetros de esa época, sigue siendo casi un arrabal de la Ciudad Santa. 
En Betania está la casa familiar de Lázaro, Marta y María. Allí Cristo está a sus anchas, en familia, y quizás sea el símbolo preclaro de la Iglesia, hogar de los hermanos en donde Cristo se encuentra a gusto, entre amigos que ama y lo aman. 

Allí le ofrecen un banquete. El Evangelista, deliberadamente, omite mencionar a la familia de Lázaro como sujeto activo de la invitación: ese banquete, aún a las puertas de la cruz, es la comunidad cristiana de todos los tiempos que celebra y agradece la vida recibida por parte de Cristo, una vida de la cual es testigo esa misma comunidad y cuyo destinatario es toda la humanidad, acción de gracias que anticipa el banquete final, definitivo.

En esa casa perduraba el hedor de la muerte, los días de Lázaro cadáver, el hermano muerto degradándose en la tumba oscura.

Marta se desvive en el servicio, distingo de una comunidad que no se comprende desde el poder. María, la que escuchaba la Palabra del Señor -la que se quedaba con la mejor parte-, derrama sobre los pies del Maestro un valioso perfume de nardo. El costo de ese perfume era de trescientos denarios, el salario de un trabajador de todo un año. Hay toda una vida que se ofrece allí, y el gesto de secar los pies con los cabellos es la ternura y el humilde afecto expresado más allá de toda apariencia, el amor que no tiene precio.

Una voz celosa se alza en discordia. El que lo iba a entregar reniega de ese gesto, pues prefiere vender ese costoso perfume y dárselo a los pobres. No comprende que hay cosas que no pueden comprarse ni tienen tasación pues son el valor mayor. 
La afirmación de Jesús de Nazareth de que -siempre tendrán a los pobres con ustedes- no es una resignada concesión a una dolorosa realidad irremontable, sino antes bien señal de vocación y misión. Judas opone a los pobres a Cristo y el dinero a la caridad. Todo al revés. La comunidad cristiana está en el mundo sin ser de él, pero alberga, protege y sirve a los pobres en los que encuentra resplandeciente el rostro de Cristo. No es en las cosas ni en el dinero en donde se afirma la caridad, sino en los gestos y acciones enteramente personales.

El cuerpo de Cristo es el frasco perfecto que se romperá con violencia en los próximos días, y de allí se derramará hacia el mundo, comenzando por los pobres, el perfume de Cristo, el perfume del Evangelio, el perfume de la Gracia de Dios que todo lo transforma, que aleja la muerte y reivindica la vida para siempre.

Paz y Bien

1 comentarios:

camino dijo...

Ojala yo pueda ser un perfume agradable al Señor, y que lleve a los demás el olor a Cristo, gracias, buenas tardes.

Publicar un comentario

ir arriba